Aunque el impacto sobre la población de la pandemia de COVID-19 es en algunas áreas aún difícil de medir, algunos grupos de investigación ya empiezan a dibujar ya algunas conclusiones. Uno de estos equipos es el laboratorio Doreal, que ha presentado los datos del proyecto «Impacto del confinamiento por pandemia de COVID-19 en el consumo de alcohol, benzodiacepinas y analgésicos opioides» financiado por la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas (PNSD) del Ministerio de Sanidad.
La investigadora principal del proyecto es Lucía Hipólito, profesora de la Farmacia de la Universitat de València, que cuenta además con una larga trayectoria en el estudio de las bases neurobiológicas de la adicción. Como explica en esta entrevista, los datos de la primera parte de la investigación, en la que han participado más de 800 personas a través de una encuesta online, muestran datos muy reveladores sobre el consumo de drogas de la población joven. Para la doctora Lucía Hipólito esta es otra evidencia que muestra cómo los contactos sociales en nuestra cultura están relacionados con el consumo de alcohol, y apunta: «las drogas de inicio en los jóvenes son el alcohol y la marihuana, es importante que se conozca que esa droga te puede llevar a otras y que la adicción es una enfermedad crónica».
Antes de entrar en los resultados de la encuesta y teniendo en cuenta lo que se conoce hasta el momento del funcionamiento del cerebro ¿Por qué las drogas son adictivas?
Las drogas lo que hacen es imitar lo que llamamos los refuerzos naturales del cerebro. Nuestro cerebro tiene unas áreas que reconocen las situaciones o sustancias que son importantes para nuestra superviviencia. Al reconocer estas situaciones como buenas, el cerebro lo que busca es que repitamos el comportamiento que nos lleva a obtenerlo. Por ejemplo: el cerebro reconoce que la comida es buena para la supervivencia, porque necesitamos comer. Cuando como, en mi cerebro se producen una serie de reacciones positivas y se encienden una serie de neuronas clásicamente llamadas las neuronas dopaminérgicas, que integran la información, así aprendo que eso es positivo, aprendo cómo he conseguido comer, cómo he llegado ahí, y por eso lo repetimos todos los días.
Cuando nosotros bebemos alcohol o consumimos psicoestimulantes como la cocaína, aumenta la liberación de dopamina en el núcleo accumbes, que es el centro integrador de la información. Cada droga hace su efecto de una manera diferente, pero el punto final, el punto en común, es que se incrementa la actividad en el núcleo accumbes del cerebro, lo que hace que reconozcamos este consumo como algo positivo, reforzante y bueno, lo que nos lleva a repetir esa conducta.
Sin embargo, no todas las personas que consumen, por ejemplo, alcohol, desarrollan una adicción por el alcohol…
Exacto. Lo que sucede es que no todo el mundo por consumir una droga va a desarrollar un trastorno por consumo de esa droga. La cuestión está en que se necesita un consumo repetido y continuado para que se produzca una neuroadaptación o plasticidad cerebral. No tenemos claro qué mecanismos exactos hacen que en unos individuos sí se produzcan esos cambios permanentes y en otros no. Lo que sí que sabemos es que esos cambios son diferentes a los que se producen en un individuo sano y también son diferentes a los que se producen por un refuerzo como por ejemplo el de la comida. Hay investigaciones de hace años que muestran que es diferente el cambio que se produce: aunque la señal sea la misma, luego las alteraciones que se producen en el cerebro son diferentes por comida o por droga.
No tenemos claro qué mecanismos exactos hacen que en unos individuos sí se produzcan esos cambios permanentes por el consumo de drogas y en otros no. Lo que sí está claro es que se necesita un consumo repetido y continuado para que se produzca una neuroadaptación o plasticidad cerebral.
¿Se conoce hasta qué punto es influye la genética de un individuo en el desarrollo de la adicción?
Hasta ahora, se ha investigado mucho la disposición genética, es decir, si hay algunos genes que predispongan a ello. Lo que se ha visto, por ejemplo, es que sí que hay ciertos cambios en un gen receptor opiode involucrados en los trastornos adictivos por alcohol. Esta molécula es la que reconoce los opioides y permiten que, por ejemplo, nuestro organismo reconozca los medicamentos opiáceos analgésicos…
También se ha visto que existe alguna relación en cuanto a los genes de receptores de dopamina. La dopamina está muy involucrada en la adicción y las investigaciones apuntan a que una alteración en el receptor D2 está presente en pacientes que tienen un trastorno por consumo de drogas. El problema, claro, está en que es difícil estudiar la causa: cuando hacemos investigación no sabemos de antemano si una persona va a desarrollar un trastorno por consumo de drogas, así que cuando lo analizamos, no sabemos si esa modificación del gen estaba presente ya antes del contacto con la droga o ha sido provocada precisamente por su contacto con la droga… no sabemos cómo era el cerebro antes. Es un poco difícil de discernir.
¿Qué otras causas se han estudiado?
También se ha visto que algún tipo de lo que se llaman rasgos conductuales, están relacionados con el desarrollo del consumo compulsivo del alcohol. Por ejemplo, se ha visto que el rasgo comportamental de la impulsividad, que son aquellas personas que realizan una acción antes de meditarlo y medir los riesgos y los beneficios, es una conducta relacionada con el trastorno del consumo de drogas. Pero hoy en día es difícil determinar qué factores propician la vulnerabilidad.
Y, luego, finalmente, el último factor… hemos hablado de la genética, de los rasgos conductuales pero también es importante el factor es el psicosocial. Esto afecta a cómo nosotros aprendemos y cómo nos relacionamos con nuestro entorno. Crecer en un ambiente psicosocial más relacionado con las drogas tiene un impacto importantísimo. Es importante también porque el hecho de que exista un componente genético no significa que necesariamente vayas a desarrollar el trastorno, porque al fin y al cabo va a depender de tu conducta diaria. Tú, aunque tengas la predisposición, si por tu entorno social o por tus amigos o no consumes por ejemplo alcohol en mucha cantidad, que es la droga más común, o no lo haces de manera muy frecuente, no desarrollas el trastorno de consumo de drogas.
¿Crees que en un futuro un individuo podrá conocer los factores de riesgo que tiene para desarrollar un trastorno por consumo de drogas?
Poco a poco vamos teniendo más claros los factores de riesgo… yo creo que es vital que traslademos la información a la sociedad, y es vital que los adolescentes sepan que están en riesgo, que cuando consumen alcohol en grandes cantidades, están corriendo el riesgo de padecer una enfermedad del cerebro crónica. Y es importante porque la droga de inicio es el alcohol y ahora también la marihuana… Es importante que se conozca que esa droga te puede llevar a otras y que la adicción es una enfermedad. Algunos daños son reversibles, pero otros persisten… y por eso se cronifica la enfermedad. Por eso una persona que desarrolla un trastorno del consumo de droga siempre está bajo la posibilidad de volver a recaer. Yo creo que esa información es vital, ese cambio de mentalidad es muy importante.
Los resultados de la encuesta que habéis realizado muestran que no hubo un aumento generalizado del consumo de alcohol durante el confinamiento ¿esperabais este resultado?
Las noticias que se publicaban al principio del confinamiento apuntaban a un aumento de la venta de alcohol, por eso aunque pensábamos que sí iba a haber un incremento, éramos conscientes de que no tenía porqué aumentar el consumo en todas las poblaciones. Y, de hecho, aunque el consumo global no aumenta, cuando haces el análisis por grupos de edad es increíble constatar que el cambio de consumo depende de la franja de edad. Cuando lo vimos nos sorprendió muchísimo: lo que se ve es que todas las personas jóvenes rebajan su consumo de una manera increíble. Prácticamente desaparece el consumo. Pasan de consumir de fin de semana en grandes cantidades a no consumir. Para mí la reflexión a la que me lleva esto es que parece ser que todos los contactos sociales en nuestra cultura están relacionados con el consumo de alcohol. También sucedió con el consumo de otras drogas como de cocaína y anfetaminas. Nos chocó mucho porque también desaparece prácticamente el consumo, igual que con la marihuana…
¿Es positivo constatar este descenso del consumo de los jóvenes?
Como sociedad tenemos que plantearnos que hay que ofrecer alternativas. Estos resultados, junto con otros estudios previos, muestran que los jóvenes consumen drogas como parte de sus relaciones sociales. Es necesario otro tipo de ocio, que no esté siempre o tan relacionado con el consumo de alcohol. Igual más relacionado con el deporte o con conciertos de música o yo que sé… Constatar esto tiene que llevarnos a hacer otro tipo de prevención. Porque en realidad, no existe tratamiento para la adicción, esto es importante subrayarlo: Un adicto, adicto es. Una persona que desarrolla un trastorno por consumo de droga, va a ser un enfermo crónico, va a necesitar un tratamiento multidisciplinar, medicamentos hay pocos que sean efectivos. Lo que hacen los tratamientos es permitir que el paciente, con su esfuerzo y con sus terapias cognitivas, pueda controlar… pero va a ser siempre un adicto. Esto es como las enfermedades infecciosas, lo ideal es la prevención, nuestra vacuna es cambiar nuestros hábitos sociales.
Como sociedad tenemos que plantearnos que hay que ofrecer alternativas. Estos resultados, junto con otros estudios previos, muestran que los jóvenes consumen drogas como parte de sus relaciones sociales. Es necesario otro tipo de ocio, que no esté siempre o tan relacionado con el consumo de alcohol
¿Cómo varió el consumo de alcohol en la población adulta?
En contraposición con estos jóvenes que dejan de beber, el grupo de edad más mayor que consumía alcohol una o dos veces a la semana y seguramente relacionado con un consumo social, pasa a consumir alcohol todos los días. Se observa un aumento de la frecuencia de consumo del 13,3% entre las personas entre 35 y 55 años, es un porcentaje que no es muy grande pero que sí muy significativo. Creemos que es una cuestión de respuesta al estrés. Esta franja de edad es la que puede tener que combinar hijos con trabajo, por lo que puede deberse a estas situaciones. Esto nos puede llevar a un problema, porque de ese 13,3% de población que ha aumentado el consumo, existe el riesgo que por repetir el consumo- que es lo que necesitas para desarrollar un trastorno por consumo de drogas- continúe esa tendencia de consumo elevada y desarrolles un trastorno por consumo de drogas.
El grupo de edad entre 30 y 55 años mayor que consumía alcohol una o dos veces a la semana antes de la pandemia ha pasado a consumir alcohol todos los días. Creemos que es una cuestión de respuesta al estrés, pero hay un riesgo de que por repetir el consumo- que es lo que necesitas para desarrollar un trastorno por consumo de drogas- esa tendencia de consumo elevada perdure y se desarrolle un trastorno por consumo de drogas.
Es llamativo que precisamente el consumo que más aumenta es el de sustancias que son ilegales, como la marihuana o las benzodiacepinas sin receta médica ¿por qué creéis que sucede?
Esa tendencia es muy significativa porque uno de los rasgos de las conductas adictivas es precisamente hacer lo que sea con tal de conseguir la droga. A mí, personalmente, lo que esto me dice es que hay un mercado mucho más establecido del que creemos en el caso, por ejemplo, de la marihuana, y que durante el confinamiento se adaptó a la situación para poder continuar con el mercado. Esto es la ley del mercado… me imagino que estrategias como la de glovo, o en la cola del supermercado… en las únicas situaciones en las que se podía salir, pues en ese tránsito. Desde luego llama mucho la atención.
El consumo de benzodiacepinas en España es el segundo más elevado de la Unión Europea, tan sólo por detrás de Portugal. Los resultados de la encuesta muestran, además, que durante el confinamiento aumentó el consumo sin recetas ¿Cómo es posible acceder a ellas sin receta?
Hay varias opciones. La primera es que los que las consuman sean personas que conviven con alguien que sí las tiene recetadas, y entonces pues si me encuentro mal, como la tengo aquí y tú te la tomas, pues yo también. Es un traspaso de pacientes que la tienen recetada a personas que no la tienen recetada. También creo que hay un daño en el sistema. Quizás la medicación no se revisa tanto como se tendría que revisar. Hay gente que tiene el tratamiento crónico por muchísimos años: 15,20 años de benzodiacepinas… es muchísimo tiempo. O incluso el mismo paciente lo demanda porque se encuentra mal. También hay gente a la que se le prescribe, recoge la medicación y no se la toma. Y la tiene en su casa y entonces claro, está haciendo un repositorio, no se la toma la tiene por si acaso y puede destinarse al consumo por parte de las personas que están en la vivienda o incluso retomar el consumo sin control médico.
¿Crees que se conocen los riesgos del consumo de benzodiacepinas?
No, creo que no. Creo que se ha aligerado el riesgo de consumo de benzodiacepinas. España, además, es uno de los países que consume más benzodiacepinas por habitante y por eso es necesaria una acción preventiva y de información. Uno no puede andar tomándose medicamentos sin receta porque hay muchos riesgos asociados. Además de que una persona que tenga un problema psicológico, dolor de algún tipo o lo que sea no va a solucionar el problema auto administrándose benzodiacepinas. Necesita que lo vea un médico.
¿Cuáles son los principales riesgos del consumo de benzodiacepinas?
El efecto secundario el más importante es cardiorrespiratorio al combinarlo con opiáceos. Puedes tener una receta de tramadol, que es muy común y al combinarlo con benzodiacepinas existe riesgo de efectos derivados de la sobredosis. Además, cuando nosotros tomamos la benzodiacepina a partir de un cierto momento, se produce una adaptación de los neurotransmisores en el cerebro. Si es una persona que la consume sin control médico, cuando deja de tomarla, se acaba obviamente el efecto de la droga en el cerebro, pero los neurotransmisores ya no funcionan como antes. Entonces aparecen efectos secundarios que pueden pasar por ansiedad, trastornos del sueño, por nerviosismo, mareos… esto lleva a que la persona se encuentra mal y se la vuelve a tomar y esa persona acaba pensando que no se la puede dejar y al final se desarrolla un trastorno de consumo de drogas.
¿Qué puedes adelantarnos de la segunda parte de la investigación?
Es una encuesta online, completamente anónima, en la que recogeremos información sobre consumo de alcohol y de benzodiacepinas, y también recogeremos respuestas sobre lo que se conoce como estado de anhedonia, es decir, sobre la falta de motivación, sensación de fatiga o falta de energía. Es una sintomatología clásica previa a la depresión, que no significa que haya depresión. El objetivo es estudiar la correlación entre el estado de anhedonia con el consumo de alcohol, de benzodiacepinas y de marihuana.
Para la investigación es importante recoger respuestas de todo tipo, no sólo respuestas de personas que tienen ansiedad, también de aquellos que no la tienen. Además de que el hecho de tener en una escala una puntuación un poco alta en anhedonia no significa que vayas a desarrollar una enfermedad. Puede ser una cuestión puntual, entonces también queremos quitar hierro al asunto. Simplemente que en momentos puntuales pueda estar influyendo sobre el consumo de alcohol, que luego habría que tener más cuidado, pues seguramente sí…