La directora del CIMAR, Francisca Giménez, cuenta los retos a los que se enfrenta este molusco bivalvo para evitar su extinción
Directora del Centro de Investigación Marina (CIMAR) de Santa Pola, la catedrática de la Universidad de Alicante Francisca Giménez Casalduero lleva más de 30 años investigando sobre el medio marino. Entre sus principales líneas de investigación actuales destacan la evaluación de las comunidades del fondo marino en el ámbito mediterráneo, especies clave y especies invasoras y los efectos de las presiones antrópicas (causadas por el ser humano) en las comunidades marinas y en lagunas costeras como es el Mar Menor en Murcia. Entre estas especies clave se encuentra la nacra o Pinna nobilis, el 2º molusco bivalvo más grande del planeta, que es endémica en el Mediterráneo y que – a raíz de una importante mortandad en el Mediterráneo a partir de 2016, y su desaparición prácticamente total en el Mediterráneo español – en un par de años ha pasado de ser clasificada como una especie “vulnerable”, a ser una especie “en peligro crítico” en la lista roja de especies amenazadas.
Recientemente dio una charla para la Asociación de Divulgación Científica de Alicante en “Noches de la Ciencia” sobre la nacra en el Mar Menor. ¿Podría resumir cuál es el reto al que se enfrenta actualmente la nacra?
En 2016, se detectó que había una mortandad masiva de ejemplares. Los grupos de investigación que trabajaban con esta especie empezamos a detectar la mortandad de prácticamente la totalidad de todos los individuos de la mayoría de las poblaciones que había en el litoral español. Empieza por la zona del Levante y se va expandiendo por todo el Mediterráneo. Al principio no se tenía identificada la causa, pero enseguida los grupos de investigadores se movilizaron y se detectó que era un patógeno, un protozoo del género Haplosporidium, lo que las estaba matando. Este tipo de patógeno afecta ya a otros bivalvos.
¿Hay alguna población en la actualidad que haya sobrevivido?
Ese patógeno necesita para vivir unas condiciones de temperatura y salinidad relativamente restringidas comparado con la nacra. Las poblaciones de nacra que están sobreviviendo precisamente son las poblaciones que se quedan en las lagunas costeras, donde hay condiciones de híper-salinidad como puede pasar en el Mar Menor, o en zonas deltaicas donde hay unas condiciones con salinidad más baja que en el Mediterráneo.
«La nacra es el 2º mayor bivalvo del planeta. Lleva en el Mediterráneo desde el Mioceno y en dos o tres años la estamos viendo desaparecer.»
¿Cómo han afectado a la especie las condiciones del Mar Menor?
En 2016 es cuando ocurre la primera gran crisis de eutrofización, es decir, un proceso generado a partir de un exceso importante de nutrientes en el agua, en el Mar Menor. En su situación más extrema se produce una mortandad de todos los organismos del fondo por debajo de los tres metros de profundidad. Es decir, el 85% del fondo lagunar, con todas las comunidades bentónicas y todas las especies que vivían asociadas, desaparecieron. Antes de este episodio, habíamos contabilizado aproximadamente un millón setecientas mil ejemplares de nacra y después de la primera crisis de eutrofización hubo una mortandad de 99% de los ejemplares. A partir de esa situación, empezamos a hacer un seguimiento muy intensivo. Tras los tres episodios de eutrofización: 2016, 2019 y 2021, la disminución de los ejemplares ha sido continuada.
A esto se suman otras presiones sobre los ejemplares supervivientes como la mala praxis de algunos pescadores furtivos, vandalismo y extracción ilegal de ejemplares. En la actualidad solo sobreviven unos pocos cientos en todo el Mar Menor.
¿Cree que hay posibilidad de evitar la extinción de la nacra o hemos pasado el punto de no retorno?
La parte positiva es que hay muchísimos investigadores centrados en esta especie. Se está intentando avanzar en la cría en cautividad y también en la búsqueda de ejemplares resistentes al patógeno. El problema es que esa cría en cautividad está costando mucho más de lo que se pensaba. Creían que con las técnicas optimizadas de otras especies podrían ser aplicables, pero no es así. Está siendo complicado. Pero hay muchas investigaciones en marcha y, poco a poco, se van dando pasos. Desafortunadamente la mortandad de los ejemplares va mucho más rápida que los resultados científicos. Estoy muy pesimista con la supervivencia de la nacra.
Para la población del Mar Menor, mencionó que una posible solución era que “apliquen la ley” en relación al uso de terreno agrícola en el Campo de Cartagena. ¿Cree que si la empiezan a aplicar ahora podría haber una diferencia para la población de la nacra en el Mar Menor?
Si se aplica la ley, siempre van a haber más probabilidades. En el Mar Menor siempre ha existido un incumplimiento de las normativas y la regulación ambiental existente de forma sistemática. Pero no solo en el Mar Menor. Las leyes ambientales –Desgraciadamente en este país somos buenísimos haciendo leyes, nuestras normativas ambientales son en muchos casos referentes internacionales, además de estar cubiertos por la normativa europea y su transposición, pero, de la misma forma, somos únicos incumpliendo dichas normativas ambientales.
La prueba es que el Mar Menor tiene todas las figuras de protección que se te puedan ocurrir. No ha servido de nada porque no se han aplicado ninguno de los compromisos. Se ha fallado en la vigilancia del cumplimiento de las normas, no ha existido ningún tipo de control. Hemos sido expertos en conseguir títulos para el Mar Menor, pero eran títulos de papel que no se han gestionado y los compromisos que implican dichas categorías ignorados.
¿Qué es lo que ha ocurrido exactamente en el Campo de Cartagena para impactar de esta forma al Mar Menor?
Uno de los hitos en todo lo que está ocurriendo en el Mar Menor es el trasvase Tajo-Segura. En principio, se construyó para asegurar el agua de consumo en la zona del levante, pero en seguida se vio la posibilidad de hacer transformaciones de secano a regadío. Entonces se hizo una planificación y se definió la transformación a regadío de una serie de hectáreas. Pero desde el principio de la llegada del agua esas hectáreas aumentaron sin control. Ha habido utilización de agua ilegal en algunas zonas y se han transformado a regadío zonas que no debían. Esta primera transformación provocó ya la contaminación por nitratos de los acuíferos. Luego llegó la segunda transformación de agricultura de regadío a agricultura industrial. Hay muchos beneficios para los promotores a costa del consumo de recursos públicos, y de no asumir los gastos de depuración y control de sus residuos lo que termina provocando la degradación del ecosistema y el hundimiento de otros sectores productivos, además de afectar a la salud mental y emocional de la población.
Estos agricultores, ¿cómo crees que se les puede convencer de la importancia de cambiar la situación para proteger el Mar Menor?
No son agricultores al uso. Los agricultores tradicionales del Campo de Cartagena proceden de una agricultura de secano. Siempre he pensado que los agricultores del levante, su conocimiento y usos tradicionales, eran los que iban a enseñar al mundo cómo resistir al cambio climático a partir de ese conocimiento de optimización del agua. Pero todas estas esperanzas se van disipando, actualmente la mayoría no son agricultores, son empresarios. No están arraigados a la tierra, porque suelen ser empresas multinacionales. Muchos agricultores tradicionales del Campo de Cartagena les duele el Mar Menor porque es parte de su vida, sus recuerdos y su historia. La explotación industrial y sin control del campo de Cartagena genera beneficios para unos pocos a consta de los recursos públicos, a lo que hay que sumar gastos de estudios, restauración y obras para recuperar todo lo alterado. Si hacemos una valoración global como sociedad, computando pros y contras, gastos y beneficios el resultado neto, la agricultura industrial que se lleva a cabo en el entorno del Mar Menor se concluye que es una actividad que está generando grandes pérdidas económicas, ambientales y sociales. En los últimos tiempos son los propios consumidores, sobre todo en países como Alemania, Holanda o Reino Unido, quien, con su compromiso con el medio ambiente, son los que presionan a estas empresas. Si los consumidores dejan de comprar hortalizas procedentes de las grandes producciones del Campo de Cartagena, forzarán una reconversión a una agricultura más sostenible.
¿Ves alguna solución?
Tienen que ser los propios agricultores. Tiene que ser el propio sector el que se implique en la recuperación del Mar Menor. Debe haber una reconversión, no digo que desaparezca la agricultura, sino una reconversión del sector agrícola. Es necesario diseñar otra manera de hacer agricultura menos industrial, mucho más sostenible. Los agricultores del levante tienen el conocimiento y la experiencia para ser un referente de la próxima década, no por la agricultura destructiva sino por haber sido capaces de reconvertirse en una actividad respetuosa y sostenible.