Fernando Valladares, profesor investigador del CSIC: “Hay que luchar por la media tierra que nos queda, por la cuenta que nos trae”

El director del grupo de Ecología y Cambio Global del Museo de Ciencias Naturales es autor de más de 300 trabajos científicos donde pone en evidencia las implicaciones que la degradación medioambiental y el cambio climático tienen sobre la salud humana.  Además, forma parte activa del movimiento Rebelión Científica, colectivo que recientemente ha llevado a cabo actos de protesta frente a las puertas del Parlamento para denunciar la inacción política frente a la crisis climática y ecológica

Son múltiples las evidencias científicas que están relacionando el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la degradación medioambiental con la pérdida de salud Humana y  global ¿Le parece a usted que estos hechos están suficientemente llevados al debate público y político? ¿La ciudadanía es consciente de que salud y medio ambiente es un todo interrelacionado?

Lamentablemente, la pregunta es casi retórica porque la respuesta es no. La gente no establece estas relaciones. Prueba de ello es que cuando he tenido ocasión de hablar con el mundo de la sanidad o el mundo de la política, he podido comprobar que no establecen ninguna de esas relaciones. En una sesión de consulta, por ejemplo, pude presentar a la Ministra de Sanidad y a varios diputados el programa One Health, que viene a ser una visión de la salud integrada en un contexto ambiental y se notaba que no tenían los conceptos muy claros. 

Pongo los ejemplos del sector sanitario y político como los sectores más emblemáticos y teóricamente informados, pero dentro de la ciudadanía en general la desconexión es aún mayor, salvo en casos muy concretos como pueden ser personas que tienen una sensibilidad ambiental especial o debido a su propia experiencia personal. 

Mencionaba el mundo de la sanidad, ¿Cree usted entonces que todavía falta conocimiento dentro de las profesiones sanitarias de las implicaciones del cambio climático sobre la salud? ¿Debería el sector sanitario implicarse más en la lucha contra el cambio climático?

Efectivamente, en el sector de la sanidad pasa un poco lo mismo. Todavía me sigue resultando extraño cuando yo, como ecólogo, acudo a reuniones y le cuento a los médicos cuáles son los motivos por los que se está muriendo la gente. En muchos casos, todavía no son conscientes de todos los factores de riesgo y no los barajan. Están inmersos en el ejercicio de su especialidad médica y no realizan esas conexiones entre medio ambiente y salud. Afortunadamente, existe ya, eso sí, un pequeño colectivo de médicos que empiezan a ver la importancia del medio ambiente y que  van entendiendo que un 80% de los cánceres infantiles tienen un origen ambiental o que el consumo de pastillas para la ansiedad o la tensión se puede reducir simplemente prescribiendo paseos por el campo, un jardín o la montaña.

Pero con la pandemia del COVID-19 deberían haber cambiado las cosas… Empieza a estar bien demostrada la interrelación entre la pérdida de biodiversidad y la aparición de nuevas infecciones emergentes. En ese sentido, ¿Le parece que todas las teorías conspiratorias sobre los orígenes de la COVID-19, como que fue generado en China por un laboratorio, ofrecen un marco de “negacionismo climático” eficaz? ¿Son intencionales esas teorías?

Sí, efectivamente. Hay una parte de negligencia, de cachondeo, de falta de seriedad, pero hay una parte que es claramente intencional. Recientemente, el FBI ha emitido un comunicado en el cual volvía a revisar la hipótesis de que el virus saliera de un laboratorio en China. Pienso que esto no es más que una estrategia geopolítica por parte de Estados Unidos para justificar su separación con China y criminalizarla. Es evidente que son teorías que se utilizan con fines geopolíticos. Algunas conspiranoias están basadas en este tipo de estrategias y otras son simplemente personas que, a través de redes sociales como Twitter, introducen  incertidumbres y dudas sobre cómo se originan estas pandemias. Estos planteamientos pueden ser problemáticos, igual que todas las teorías retardistas, negacionistas u obstruccionistas en materia climática. Creo que en estas conspiraciones hay varias motivaciones. Algunas son estrategias de instituciones o países, pero hay otras que son una mezcla de ignorancia y frivolidad con un poco de ideología populista de derechas. Todo esto constituye un cóctel que aleja el conocimiento científico y acrecienta las incertidumbres. Aunque lo que pasó con la COVID-19 no está bien descifrado paso a paso, más del 90% de la evidencia científica encaja con la hipótesis del salto del virus de un animal al ser humano a través de una serie de intermediarios. Esto ya sucedió con muchas otras zoonosis y en el futuro volverá a ocurrir con tantas otras que están por venir.

«Estamos viendo los fallos orgánicos de nuestro sistema administrativo»

Fernando valladares

Pero detrás de estos fenómenos, tal y como usted  evidencia en sus investigaciones, se encuentran de fondo las implicaciones del modelo socioeconómico actual sobre el clima y la salud. Abordar estos problemas y encontrar soluciones va a requerir el diálogo  entre distintas disciplinas científicas y numerosos agentes sociales y políticos. ¿Cree usted que la falta de interdisciplinaridad y de comunicación entre profesionales sigue siendo un problema o estamos en camino de resolverlo?

Bueno, se dan algunos avances pero no son avances muy globales. Hay un interés como podemos ver con la puesta en marcha de iniciativas como la de One Health que mencionaba antes. Esto indica que hay cierta sensibilidad por hacer cosas interdisciplinares y transversales, pero aún así, nuestra mentalidad y el sistema en el que nos organizamos es muy de transferir y especializarse. Lo vemos con la propia medicina. Muchos médicos entienden sobre aspectos muy concretos de la salud humana y los médicos de atención primaria que podrían representar una visión más generalista de la medicina están mal pagados, muy maltratados y prácticamente en vías de extinción. Valoramos mucho al especialista pero no valoramos a los profesionales que integran los distintos conocimientos entre las distintas disciplinas. Es necesario establecer vínculos entre un veterinario, un ecólogo, un sociólogo, un psicólogo, un antropólogo… Todos ellos deberían estar implicados en la búsqueda de soluciones. En el Comité de Expertos que asesoró durante la pandemia me faltaban sociólogos, filósofos y humanistas y ante todo la pandemia era un problema humano. Hay que reconocer esas carencias.

Lo vemos también a nivel político con las competencias de los ministerios. El tema de One Health, con una visión de la salud más integrada, abarcaría competencias de varios ministerios más allá de Sanidad, incluyendo Agricultura, Transición Ecológica o incluso Interior y, por desgracia, no los vemos integrarse. En España, como en otros países, los ministerios funcionan con un presupuesto y unas competencias y salirse de ahí requeriría romper con muchas inercias. Además, las distintas competencias a nivel local, autonómico y nacional añaden todavía más obstáculos a esta gestión integrada e interconectada del problema. Estamos viendo los fallos orgánicos de nuestro sistema administrativo.

Mencionaba el concepto de One Health. Además,  han surgido otros términos como el de salud planetaria. Parece que la salud pública como disciplina se nos va quedando corta. Pero en el ámbito de estos nuevos planteamientos  que tienen en cuenta los determinantes sociales de la salud y la justicia ecosocial como eje central, ¿Corremos el riesgo de seguir adoptando posturas etnocéntricas y colonialistas? ¿Estamos una vez más imponiendo desde el Norte Global nuestra visión y nuestras soluciones al Sur Global? ¿Estamos de nuevo repitiendo errores del pasado?

Sí, hay muchos de esos problemas, por eso siempre acabo yendo al origen del asunto que es el sistema socio-económico imperante y las grandes diferencias y desigualdades, tanto dentro de un país como entre el Sur Global y el Norte Global. Esas grandes desigualdades suponen no sólo un conflicto ético, sino que constituyen también un conflicto funcional para resolver los problemas, tanto de salud como económicos y ambientales. Hay unas tremendas conexiones entre las salud y la conservación de la naturaleza que al final se explican por un sistema socio-económico que es defectuoso y que no se pensó teniendo en cuenta esta problemática y que tampoco se ha ido revisando conforme pasa el tiempo y avanza el conocimiento científico de los impactos de este modelo.  Los científicos ya nos están indicando hacia dónde nos lleva el presente escenario. Ahora  hay mucha gente que no está bien ni psicológica, ni física ni económicamente. Los problemas de salud mental están aumentando porque vivimos en una sociedad que no hace feliz a la gente. Todo esto acaba reventando, no sólo en conflictos bélicos o golpes de Estado, sino también en la satisfacción y en el sentir físico y emocional de las personas.

El modelo actual no es algo inamovible. Es algo que hemos construido y la buena noticia es que podemos cambiarlo. Es un cambio difícil que implica entender las distintas interacciones e inercias y de una voluntad política y social.

«El modelo actual no es algo inamovible. Es algo que hemos construido y la buena noticia es que podemos cambiarlo»

fernando valladares

Usted se ha implicado en el cambio y ha participado activamente en  movimientos sociales como Rebelión Científica vinculados a organizaciones como Extinction Rebellion. Desde su punto de vista, ¿Ciencia y activismo son compatibles? ¿Qué tiene usted que decirles a aquellos que defienden la supuesta objetividad de la ciencia y del científico como un valor supremo?

Esta decisión es un poco personal. Entiendo las razones a favor y en contra pero también pienso que las personas que trabajamos en temas relacionados con la degradación medioambiental y con las amenazas a la sociedad tenemos un plus de responsabilidad. Esto no significa que todos los que trabajemos en esto tengamos que ser muy activistas. Hay distintos grados. El activismo puede ser simplemente el deseo o la inquietud por mejorar las condiciones en las que vivimos, ya sean ambientales, sociales o políticas. En ese sentido, el activismo puede abarcar desde mantener una discusión activa con tu cuñado en Nochebuena hasta que estés dispuesto a que te encarcelen por un acto de desobediencia no violenta. Creo que todos tenemos que tener un punto de activismo. Como se canaliza desde lo personal y profesional lo decide cada uno. Yo no soy nadie para decirle a cada uno lo que tiene que hacer, pero sí que pienso que hacen falta más científicos que apuesten por la importancia de un cambio social urgente. Sería bueno que hubiera una mayor implicación  por parte de la sociedad académica y científica. Pensar que por defecto la opción de un científico es quedarse en el laboratorio me parece errónea y la propia academia debería ser en eso bastante más proactiva.

En los últimos años, las reivindicaciones medioambientales han llegado a espacios tan sacralizados como el arte, ¿qué opinión le merece ese tipo de protestas? ¿Cree usted necesario llevar la reivindicación a otros espacios tan aparentemente intocables como la moda, las rebajas, el turismo o la publicidad?

Yo no estoy muy seguro de que sea la mejor medida pegarte a un cuadro pero tampoco la descarto. Si lo que vas buscando es ser noticia y llamar la atención, tienes que ir cambiando, no puedes seguir haciendo lo mismo. Creo que en un mundo en cambio y que afronta grandes desafíos hay que actuar diferente y, en ese sentido,  entiendo esos movimientos que pueden dificultar la vida a la ciudadanía de a pié. Hemos aprendido a que las manifestaciones sean todas muy civilizadas pero así se desvirtualizan un poco. Una manifestación tiene que ser algo incómodo y la sociedad se tiene que sentir molestada y, por tanto, interpelada y provocar una cierta reflexión.

Encadenarse a un cuadro llama la atención de una forma sorprendentemente gráfica. Mary Richardson hace ya más de un siglo asestó 14 puñaladas al cuadro “La Venus en el Espejo” y gracias a su actuación y a la de otras sufragistas, hoy por hoy, la mitad de la población puede votar.

«el activismo puede abarcar desde mantener una discusión activa con tu cuñado en Nochebuena hasta que estés dispuesto a que te encarcelen por un acto de desobediencia no violenta»

fernando valladares

Pero a pesar de las protestas, la sociedad no parece reaccionar y la acción política es insuficiente y llega tarde ¿Qué cree que está fallando a nivel de comunicación científica?

Bueno, ahí yo creo que hay una combinación de pequeños fallos. No creo que sea un gran fallo y no solo es exclusivamente un problema de comunicación. Por supuesto que hace falta más y mejor comunicación. Hay que afinar los mensajes para distintas audiencias, no es lo mismo lo que le dices a un niño de 8 años que a un jubilado o que a un CEO de una empresa.

No basta, por ejemplo, con que las administraciones hagan una campaña de concienciación  genérica porque, de esta forma, le llega a todos y a nadie. Pero, como digo, no es solo un fallo en comunicación. Es también una suma de fallos psicológicos, sociales y de valores.

Ninguno de ellos es de por sí insalvable, pero todos en conjunto hacen que la ciudadanía se mueva muy poco, especialmente en países como España que tiene tradicionalmente poca confianza en los movimientos sociales y que tienen una visión muy derrotista.

Hay otros países, otras regiones del mundo que sí confían más en las asambleas ciudadanas y  en los movimientos populares. Ahí podemos encontrar otra pieza de cosas que están fallando.

Pero más allá de los movimientos sociales, también hay una responsabilidad política. ¿Por qué no acaba de entrar con fuerza la inclusión de la problemática climática en la agenda política y en las campañas electorales?

Tanto los partidos de izquierda a derechas tienen que entender que determinadas cosas son buenas para la población y  aunque esas medidas no proporcionen réditos políticos o al contrario, te quiten algunos votos o algunos apoyos debido a  no se entiendan por parte de la ciudadanía, hay que llevarlas a cabo igualmente.

Además, los políticos no son muy honestos en sus programas electorales que no incluyen conceptos importantes. Y, de todas maneras, en muchos casos, aunque aparezcan luego no cumplen con sus promesas. 

Pero por supuesto, la clase política no viene de Marte, son un producto de la sociedad. Nosotros mismos nos estamos poniendo constantemente zancadillas, desde negar la realidad, al tecno-optimismo, el egoísmo, el green washing… Actualmente la ciencia nos proporciona mucha información pero hay que identificar dónde están esas zancadillas que hacen que esa información no funcione.

Y ante este panorama, en general ¿es usted optimista o pesimista con respecto al futuro?  ¿Se producirán las transformaciones necesarias a nivel global o ya llegamos tarde?

Yo por naturaleza tiendo a ser optimista, lo que pasa que como científico tengo que armarme de razones. Voy buscando a contracorriente razones para ver esa positividad que muchas veces no vemos porque nuestro propio cerebro está diseñado, igual que los medios de comunicación, para las malas noticias.

Creo que hay que poner un poco más de peso en las buenas noticias, precisamente para no dar la batalla por perdida. Muchas veces los pesimistas llevan al bloqueo, a ansiedades y a situaciones emocionales complicadas. Cuando te cargas de información negativa es muy difícil gestionarlo emocionalmente. Junto a mis estudiantes, intento desarrollar herramientas precisamente para no caer en el bloqueo y el desánimo. Pero claro, no podemos olvidar el hecho de que conforme pasa el tiempo y la inacción va dominando, estamos a menos tiempo para hacer determinadas cosas. 

Ya hay cosas que hace 20 años podíamos haber hecho y que lamentablemente ya no podemos hacer. Hay medidas que ya no van a tener el mismo efecto que si las hubiéramos aplicado hace tiempo. Hay procesos como la extinción de especies que son irreversibles pero eso no significa que esté todo perdido. Hay que luchar por la media tierra que nos queda y hay que hacerlo por la cuenta que nos trae. Ya no sólo por razones éticas o por el planeta que dejemos a nuestros hijos, sino sobre todo por estar mejor nosotros mismos el tiempo que estemos aquí.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *