El catedrático explica que la laguna costera murciana mantendrá su capacidad de autorregularse siempre que la acción humana respete su curso natural
El Mar Menor, laguna costera murciana, ha estado muy presionado a lo largo de las últimas décadas por la entrada continua de materia orgánica. Se ha encontrado, sobre todo en los últimos años, en el punto de mira de todos los murcianos. A pesar de su poder de recuperación, ha hecho falta un enfoque multidisciplinar y conocer el mecanismo del Mar Menor y de otras lagunas costeras para acertar con el diagnóstico del estado de la laguna y ponerle así, una solución adecuada y eficaz. Ángel Pérez Ruzafa es catedrático de Ecología por la Universidad de Murcia (UMU), docente e investigador en esta misma universidad y, además, licenciado en Bellas Artes. En esta entrevista cuenta algunas experiencias fuera del territorio español y, sobre todo, la necesidad de abordar la problemática del Mar Menor desde un punto de vista amplio, crítico y positivo.
Ha realizado numerosas actividades tanto en España como fuera de ella, ¿cree que alguna de sus acciones fuera de nuestro territorio como, por ejemplo, la expedición en el Hespérides, le ha ayudado a tener una perspectiva propia y definida del estudio del Mar Menor?
Sí, absolutamente. Cuando uno trabaja únicamente en un sistema, la visión que tiene de cómo funciona está muy condicionada por su propio funcionamiento. He tenido la suerte de haber trabajado en numerosas islas costeras, en la Antártida, en las islas Galápagos, en el Caribe además del Mediterráneo. Esto nos proporciona una perspectiva global del funcionamiento de las lagunas costeras y permite encontrar matices, diferencias y cosas comunes, algo determinante para poder interpretar cómo funciona un ecosistema. Por ejemplo, nos podemos encontrar en la Antártida con un erizo de mar, esperando al tocarlo que se asemeje a lo que acostumbramos a ver en las zonas del mediterráneo, pero en realidad parece papel de fumar. Aquí comprendes el papel que juega el carbonato y su metabolismo. En un agua fría como la de la Antártida, el carbonato es muy soluble y precipitarlo para formar un esqueleto es carísimo energéticamente, pero en las aguas cálidas como las del Mar Menor, el carbonato precipita con mucha facilidad, por lo que podemos encontrar conchas de gran tamaño.
¿Podría contar alguna experiencia que haya vivido en aquella expedición del Hespérides a la Antártida?
Experiencias hay muchas y de muchos tipo. Algunas de ellas, desde el punto de vista biológico, son el tipo de observaciones que comentaba. Luego hay otras experiencias desde el punto de vista propio, como por ejemplo mi primera inmersión que, a pesar de las ganas, fue muy problemática. Tengo mucha flotabilidad por lo que tuve que ponerme mucho peso. Llevaba también un bloque cemento que era la base de una boya que marcaba la estación de muestreo y una boya pequeña para que el comandante pudiera saber dónde estaba cada buceador. Llevaba la máquina de fotos en la otra mano. A pesar del peso que llevaba no conseguía bajar. Cuando ya renunciaba a la inmersión y asumiendo que me estaba perdiendo mi primera inmersión en la Antártida de repente intenté subir y no podía porque estaba totalmente líado con el hilo. Empezaron a cortarlos y aún así yo subía muy poco a poco. En esa situación el otro hombre se asustó pero yo guardé la calma. Para empeorarlo más, en uno de los tirones de la boya me sacó la máscara de buceo y tuve que respirar de las burbujas. En las inmersiones el factor limitante es la temperatura, no pueden durar más de 20 minutos porque puedes entrar en congelación. La mía duró 40 minutos, salí prácticamente aterido y congelado, me sacaron y lo primero que yo di fue mi máquina de fotos. Pero como los principios de seguridad son muy rigurosos, me la cogió el alférez médico y lo primero que hizo fue tirarla y cogerme a mí. Claro, yo una vez entré en calor, no sabía si matarlo o no, con lo que me había costado la cámara. Con suerte, subiendo la boya, estaba todo tan liado que la cámara subió con ella.
Ya en relación con el Mar Menor, ¿qué técnicas se han utilizado en los últimos años para salvar la situación?
En realidad no se trata de técnicas, se trata de capacidad de diagnóstico. La clave es comprender cómo funciona el sistema. El gran problema con el Mar Menor ha sido, por un lado, lo que podríamos llamar la maldición de Casandra. En la historia, Apolo se enamora de Casandra de Troya. Éste le entregaría a Casandra el don de conocer la verdad a cambio de entregarse a él. Una vez concedido el don, ella se negó a cumplir y Apolo añadió una maldición: ”Vas a conocer la verdad y nadie te va a creer.” Casandra advirtió lo que iba a pasar con el Caballo de Troya pero nadie la creyó. Los científicos tenemos a veces esa sensación. Tenemos capacidad de anticipar los problemas y de saber las consecuencias de las actividades humanas y la responsabilidad de dar alertas que a veces son ignoradas. A eso se une a veces las miserias humanas, incluso dentro del ámbito científico, donde por intereses, necesidad de financiación, por afán de protagonismo o simplemente porque no creer y tener otra verdad, niegan lo que otro dice, aunque sea cierto. Llegó un momento en que el sistema se forzó tanto que al final se rompió. Lo más delicado en estos casos es no equivocarse en el planteamiento del problema o el diagnóstico y tomar medidas acordes con él. Todo problema tiene solución, y si no lo tiene es porque está mal planteado. La situación es compleja, pero el Mar Menor ha sido un ejemplo de que cuando se estudian las cosas, se conocen, y no se tiene más afán que el de conocer la verdad, se pueden hacer diagnósticos acertados que sean útiles y efectivos.
Entonces, ¿en qué situación nos encontramos ahora mismo?
Gracias a las medidas que se tomaron, la entrada de nutrientes ha descendido de manera importante, el Mar Menor se ha recuperado antes de lo que se predecía. En el mar Menor y otras lagunas costeras, hasta el 40% de las especies se renuevan cada año, es decir, pueden estar un año y no en otro. Eso da un poder de adaptación enorme ya que a las especies que entran nuevas no les afecta lo que ocurrió el año anterior y, si se encuentran buenas condiciones, el sistema se organiza bien. En la medida en que las condiciones se habían mejorado, el sistema se recuperaba. La desaparición de Caulerpa prolifera fue, a priori, síntoma de mala calidad de agua. Sin embargo, el hecho de que desapareciera fue positivo para el Mar Menor, ya que era una especie invasora que entró cuando se dragó el Estacio (1973) pero dejó fondos disponibles para que las nuevas especies los colonizaran en unas condiciones incluso anteriores a la apertura del Estacio. Por tanto, gracias a todo ello, el Mar Menor se puso en poco tiempo mejor de lo que había estado en los últimos 30 años.
¿Se trata de una situación estable?
No, es muy inestable porque se basa en una buena capacidad homeostática, es decir, la capacidad de mantener su condición interna estabilizada y, además, es una estructura compleja. Esto requiere que existan medidas muy drásticas que limiten al máximo la entrada de nutrientes. Con la presión de las actividades humanas en el campo de Cartagena, la estabilidad solo se puede conseguir si existe una infraestructura estable de gestión del agua, pero no la hay. Requiere inversión con financiación tanto autonómica como nacional y posiblemente europea. Para que eso sea viable se necesita una buena coordinación entre gobiernos autonómicos, regionales y ayuntamientos. Es muy importante tener claro que el problema está ahí, porque si seguimos pensando que el problema está en un grupo político determinado o en el propio Mar Menor, no lo vamos a resolver. Hay planteada una reunión del comité científico para valorar cuál es la situación a día de hoy y cómo está la situación en todos los campos y con los distintos grupos de trabajos.
¿Podríamos estimar cuánto tiempo será relativamente estable?
En cosas de la naturaleza es muy difícil establecer tiempos. El Mar Menor ha sorprendido con su capacidad y rapidez de recuperación, pero el momento en que se pueda producir una rotura es imprevisible. Siempre lo comparo con apretar un globo. Tú aprietas un globo y tiene resiliencia, se va recuperando pero, ¿cuántas veces lo tienes que apretar para que explote? Imposible de anticipar. Lo que sí sabes es que, una vez lo hayas explotado no lo vas a poder recuperar y ya no vuelve a ser un globo.
¿Se pensó que ya se había llegado al punto de no retorno?
Esa posibilidad estaba sobre la mesa. Tenía la esperanza de que no se hubiera roto del todo, pero no lo sabía. Cuando cesaron los vertidos y empezamos a ver los indicadores, rápidamente nos dimos cuenta de que el Mar Menor no había sobrepasado el punto de no retorno. Una vez sobrepasado, el sistema ya no responde, pero si emite respuesta al tratamiento es que no se ha roto del todo. El principio de incertidumbre y la posibilidad de que algo ocurra siempre está presente. Y la ley de Murphy también se cumple. Si la ley de la termodinámica predice que todo tiende al desorden, esa es la situación más estable por lo que las probabilidades de que eso ocurra siempre son, en teoría y a priori, mayores de que que las cosas funcionen bien. Entonces ahí los catastrofistas tenía más probabilidad de acertar.
“Nos dimos cuenta de que el Mar Menor no había sobrepasado el punto de no retorno”
¿Han cesado totalmente los vertidos de nitratos provenientes de la Agricultura?
No, no han cesado en su totalidad y puede ser preocupante. Pero sí se han reducido muy significativamente, entorno a un 80-90%. La verdad es que en los últimos meses hemos detectado que se están retomando. Seguimos estando muy por debajo de lo que durante los últimos 20 años ha estado entrando, pero como decíamos, la infraestructura no está estable ni resuelta. Por tanto, existe la posibilidad de que en un momento dado ocurra cualquier situación que no podemos controlar y vuelva a provocar un desastre. El Mar Menor ha estado más de 20 años defendiéndose y podemos esperar que, ante una adversidad, pueda estar más recuperado y vuelva a tener la capacidad de amortiguar el problema. Pero, como sabemos, en ocasiones las recaídas son peores que la enfermedad en sí y no conviene jugar con fuego.
Además del cese de introducción de nutrientes, ¿qué otras medidas en el ámbito científico se han hecho? ¿Se han extraído o introducido especies?
No, pero tampoco han sido necesarias ya que el Mar Menor ha funcionado bien. Una de las cosas que se ha visto es que tiene la peculiaridad de neutralizar mejor el exceso de producción. Las especies pesqueras se reproducen fuera de las lagunas, luego las colonizan y aprovechan esa producción para crecer, pero se vuelven a ir o lo sacan los pescadores. Por lo que el exceso de producción no se queda dentro, ayuda a la laguna a descargarse de ese exceso. En la mayoría de las lagunas eso es insuficiente para que tengan aguas limpias, siendo la mayoría de aguas turbias. El Mar Menor tiene una singularidad que hace que retire más producción que las otras lagunas gracias a las comunidades bentónicas, entran continuamente nutrientes con una tasa de renovación mucho más alta que Caulerpa prolifera y además, a diferencia de esta, sirven de alimento. Posee otra particularidad, y es que tiene islas volcánicas que dan comunidades rocosas con muchos filtradores y poliquetos que retiran materia orgánica. Por lo tanto de por sí, gracias a sus especies, el Mar Menor es un sistema productivo desde el punto de vista pesquero pero al mismo tiempo también con aguas muy transparentes.
¿Qué es lo que mantiene la productividad de la laguna?
Todo eso se basa en la heterogeneidad ambiental. Esta heterogeneidad la da el hecho de que la comunicación con el Mediterráneo esté restringida. Por eso cuando se propone abrir y dragar los canales podemos darnos cuenta que no terminan de comprender cómo funciona la laguna costera. A pesar de la segunda ley de la termodinámica, la vida consigue ser compleja ofreciendo resistencia al flujo de energía. En una laguna costera, el flujo está garantizado por el gradiente (de salinidad y temperatura entre la laguna-mediterráneo o laguna-tierra) y eso la mantiene productiva. La resistencia, por su parte, la ejercen los canales de comunicación. Si se cierran deja de haber flujo y la laguna se muere porque no hay energía para mantenerla. Pero si se abren, la laguna se homogeniza y se pierden los flujos y la estructura. Por el contrario, si los canales restringen el flujo de agua y de las especies, se mantienen los gradientes y por tanto la productividad. Al mismo tiempo se genera un trabajo que hace que la zona sur sea distinta a la norte y que los movimientos y las estructuras de sedimentos y especies varíen según la zona. De manera que si se hace un impacto en un sitio, las otras especies no lo estás sufriendo. La mayor singularidad del Mar Menor es que tiene una capacidad de autorregulación y homeostática. Pero esto debe ser comprendido para acertar, no equivocarse en las medidas de gestión y decidir no dragar los canales, porque entonces es cuando la sentencias. No se debe entender que la laguna es solo agua.
¿Qué medidas de concienciación social se han hecho?
No se ha hecho nada de forma específica más allá de lo que han ido haciendo los grupos ecologistas. A veces con mensaje no totalmente acertado o excesivamente dramático y sensacionalista y poco realista pero en cualquier caso siempre viene bien. Es preferible tener hipersensibilidad, aunque moderada, a insensibilidad. Y sobre todo, es necesario que haya una presión sobre los políticos para que perciban un problema y busquen asesoramiento. También se han dado muchas charlas. Yo he dado muchas en colegios, asociaciones de vecinos, tantas que he perdido la cuenta. Eso ayuda a que la gente comprenda lo que hay y lo que está ocurriendo. Al final Murcia es una región muy informada sobre ecología marina, sobre lo que es un nitrato, la Caulerpa prolifera, la clorofila y eso siempre es bueno.
Habiendo estudiado también Bellas Artes en la UMU y basándome en el proyecto lalalab en el que ha participado, ¿cree que las artes pueden tener un papel importante en estos temas, como en la concienciación social?
Sí, claramente. Arte y ciencia se consideran mundos completamente distintos. Normalmente la ciencia es la racionalidad y el arte es la espontaneidad, el expresionismo y los sentimientos. Pero a la hora de la verdad se complementan y las diferencias dejan de ser importantes. En una buena obra de arte los patrones están bien estructurados, la obra tiene estructura, y tiene patrones a distintas escalas dependiendo del campo artístico. La ciencia plantea un mundo aparentemente caótico y le busca regularidades y las interpreta. La ventaja adaptativa de los humanos respecto a otros animales es haber llegado a esa capacidad de interpretar patrones al extremo, por lo que es capaz de anticipar los problema antes de llegar a tenerlos. Un científico utiliza esa capacidad para interpretar patrones y el artista para generarlos. Generando un buen patrón, los cerebros se enganchan a él porque tratan de interpretarlo. Si el patrón es muy complejo se rechaza porque no puedes con él, y si es muy sencillo te aburre.
En el fondo son el mismo mecanismo pero es verdad que activan partes distintas: en uno te permite racionalizar las cosas y hacer diagnósticos y el otro te abre la sensibilidad para comprender las cosas. Y las grandes verdades no entran por la razón, entran por el sentimiento. Por lo tanto, aunar las dos cosas es lo perfecto. Por un lado se razonan los problemas y se buscan soluciones y, por el otro, se ven los caminos de entrada para que la sociedad perciba lo importante de hacer las cosas bien y que funcionen. Por lo tanto arte y ciencia constituyen una combinación perfecta.