El astrónomo Álvaro López estuvo a cargo del Observatorio astronómico de la Universidad de Valencia durante 32 años, periodo donde realizó intensa fotografía de asteroides, se adquirieron por medio de diferentes acuerdos internacionales instrumentos astronómicos y se construyeron mecanismos y dispositivos de investigación científica únicas, hoy valiosas piezas de museo que se aún se conservan y pueden ser interrogadas por su propio creador.
En el año 1968 Álvaro López García, un joven químico de 27 años de edad, se propuso la ambiciosa tarea de recuperar el Observatorio Astronómico de la Universidad de Valencia, un centro de investigación que en esos años estaba desmantelado y sin uso.
¿Cómo llegó a hacerse cargo del Observatorio de la Universidad de Valencia?
Luego de estudiar química en la Facultad de Ciencias de la avenida Blasco Ibáñez, hice mi doctorado en física nuclear. Apenas acabé fui al Departamento de Matemáticas pues supe que iniciaba la sección de astronomía, y la astronomía era mi pasión juvenil. Al año siguiente hablé con el decano de la Facultad y pude subir a la torre del observatorio, la que estaba hecha un desastre, completamente abandonada.
El observatorio ocupaba la cúpula de arriba, una habitación circular abajo, la torre 1, y un despecho más abajo, la torre 2. Con ayuda de algunos estudiantes comenzamos a ordenar y poner el observatorio en condiciones. Con el tiempo ocupamos la torre 2 y luego la torre 1, y ahí estuvimos hasta el año 2000 cuando se trasladó la facultad y el edificio se convirtió en el rectorado de la Universidad.
¿Cuál fue la primera tarea que se propuso cuando se hizo cargo del Observatorio?
El primer objetivo fue poner a punto el telescopio refractor Grubb de 15 cm de apertura, además de trabajar en diversas materias con otros estudiantes como cálculos numéricos y cálculo de órbitas, entre otras. Laboramos con un ordenador IBM 1620, un equipo muy usado en ciencia para esa época. Recién en el año 1985 pudimos comenzar con astrometría, específicamente con fotografías de asteroides y cálculo de órbitas, trabajo que se extendió hasta el año 1998 cuando la contaminación lumínica propia de la ciudad imposibilitaba seguir trabajando en esa área.
¿Cómo realizaba las fotografías astronómicas?
Cuando comenzamos con las fotografías utilizamos placas de celuloide de 6×9 dejando atrás las fotografías en soporte de vidrio. Empleamos una cámara de los años 30 que me regaló mi padre, pero como astrónomos nos dedicábamos también a la artesanía, fabricando variados “trastos” para adaptar nuestros instrumentos fotográficos a los telescopios.
Como el telescopio que poseíamos era de un solo tubo, teníamos la dificultad de tomar fotografías de larga exposición, de unos 7 a 10 minutos, y de seguir al objeto celeste al mismo tiempo. Para conseguirlo nos guiábamos con la ayuda de un mapa del cielo con el que buscábamos una estrella fija y la utilizábamos para seguir al asteroide. Contábamos con 5 porta placas o chasis, por lo que podíamos hacer fotografías a 5 asteroides cada noche.
¿Qué hacía con toda la información que reúna?
Toda esa información se fue acumulando y enviando a la revista Minor Planets Circulars (MPCs) de forma periódica, trabajo que se mantiene hasta el día de hoy.
¿Cómo conseguía apoyo o financiamiento para llevar adelante la investigación?
El año 1989 fui al Observatorio de Pulkovo en San Petersburgo, Rusia, donde hablé el Instituto de Astronomía Teórica, lugar donde se gestó un convenio para la construcción de un telescopio especial para fotografía astronómica, un astrógrafo, y un medidor de placas marca Ascorecord.
Los equipos llegaron en 1991 y se instalaron para su uso, pero lamentablemente no se llegaron a ocupar en profundidad, por incompatibilidad del material y luego por la llegada del CCD para la fotografía a finales de los años 90.
En el año 1995 se forjó un convenio entre el Observatorio Astronómico de la UV y la Asociación Valenciana de Astronomía. ¿Cómo se originó la idea?
En el año 1971 comenzamos a publicar en el periódico una página sobre efemérides astronómicas, “el cielos en el mes de…”, además de promover las visitas públicas al Observatorio. Fue así como todos los meses llegaban unas 20 personas, las que luego comenzaron a reunirse por cuenta propia para luego formar la Asociación Valenciana de Astronomía (AVA). Muchos años después, en 1995, y tras una conferencia que ofrecí en el planetario de Castellón, fuimos a comer con unos miembros del AVA, cena donde surgió la idea de montar de manera compartida entre la Universidad de Valencia y AVA, un Observatorio astronómico alejado de la contaminación lumínica.
Ese mismo año se dio inicio a este convenio donde la Universidad ofrecería los telescopios y AVA otorgaría el lugar y construiría los edificios para las instalaciones. De esta forma nació el Centro Astronómico Alto Turia (CAAT) y un convenio que duraría hasta el año 2006, cuando la Universidad decidió construir su propio Observatorio, a solo dos kilómetros de distancia en la misma localidad de Aras de los Olmos.
En el año 1973 realizó su primera publicación en la revista Urania de Barcelona “Actividades del Observatorio Astronómico de la Facultad de Ciencias de Valencia: 1968-1973”. ¿Algún proyecto hoy en día?
Si bien trabajé en el Observatorio realizando fotografías de asteroides hasta el año 2011 cuando finalmente me jubilé, hoy continúo realizando observaciones a distancia. El telescopio que ahí se encuentra funciona automáticamente y es capaz de enviarme toda la información por internet a la computadora de mi casa, datos con los que puedo trabajar 3 o 4 días.
Además estoy escribiendo mi tercer libro sobre asteroides, astrometría y astronomía esférica, textos que recogen mis asignaturas realizadas como profesor. Espero sea una memoria, una autobiografía de mi trabajo de todos estos años.