“La investigación científica es difícil, pero el deporte o la música también”

ENTREVISTA | Isabel Abril Organizadora de Actividades de Divulgación Científica

La catedrática considera importante fomentar el interés científico infantil independientemente del camino profesional

Isabel Abril en su despacho / Francisco Conca

Isabel Abril, además de catedrática de Física Aplicada en la Universidad de Alicante, es la responsable de la organización y la coordinación de diversos proyectos de divulgación que fomentan el acercamiento entre la ciencia y la sociedad. Desde 2005, ha dirigido actividades enfocadas tanto a público infantil como adulto en las que la lengua valenciana tiene un papel protagonista. Entre ellas se encuentran el programa de divulgación científica El Pati de la Ciència o la edición alicantina de La Nit Europea de la Investigació, además de los cursos La Ciència pren la paraula y Divulgar Ciència al Segle XXI. En esta ocasión deja a un lado sus labores científicas y acoge en su despacho al redactor de Metacomunico para reflexionar sobre el papel de la ciencia básica, la espectacularidad y la desmitificación de la ciencia en la divulgación científica.

¿Cuál es el objetivo de las actividades divulgativas enfocadas al público infantil?
El objetivo general es fomentar el interés por la ciencia en los niños y niñas. Creo que los investigadores no hemos hecho la divulgación adecuada, y, como resultado, la sociedad percibe la ciencia como algo muy difícil. La investigación científica es difícil, pero el deporte o la música también. Una cosa es hacer una carrera o un partido de fútbol y otra cosa es llegar a ser como Messi. En ciencia es igual. No sólo queremos estimular las vocaciones científicas para que los niños sean científicos de mayores, también queremos que los que no vayan a serlo tengan interés por la ciencia. Es importante que les guste la ciencia igual que a muchos nos gusta la música, el teatro o la literatura sin ser músicos, dramaturgos o literatos. Muchos de ellos pueden llegar a ser, por ejemplo, los políticos que decidan la financiación científica. Por otro lado, sabemos que hay muy poca gente que quiere estudiar ciencia, lo cual es ciertamente extraño, me chirría, ya que realmente vivimos en una sociedad muy tecnocientífica.

En “El Pati de la Ciencia” participan escolares de 6 a 16 años / Universidad de Alicante

Usted fue premiada con la Mención de Honor del apartado “Física en la Sociedad” en el concurso Ciencia en Acción por la organización del programa de actividades infantiles El Pati de la Ciència. ¿Cómo surgió este proyecto? 
Es un proyecto de divulgación científica que nació en 2005. Muchos físicos queríamos celebrar el Año Internacional de la Física llevándola fuera de los despachos y los laboratorios. Vimos la oportunidad en un programa de La Escual de Verano de la UA. Se nos ocurrió incorporar la ciencia, haciendo que los niños vieran experimentos e hicieran actividades relacionadas de una manera lúdica. 

¿En qué consiste?
Es un programa con diferentes actividades que se llevan a cabo en el mes de julio. Por un lado tenemos los espectáculos científicos con experimentos sorprendentes. Cada año hacemos uno de física, otro de química y otro de matemáticas. Yo lo coordino pero lo llevan a cabo diferentes divulgadores, que son muy buenos y que varian, junto a sus espectáculos, en cada edición. Está dirigido a niños de 6 a 16 años, que muchas veces repiten. También hacemos talleres científicos como Jocs de ciencia, que están coordinados por Rafael García Molina de la Universidad de Murcia. Se diseñan varios experimentos para que los lleven a cabo los niños con apoyo de monitores científicos, que son alumnos de la Facultad de Ciencias. El objetivo es que comiencen a hacerse preguntas y a desarrollar hipótesis, fomentando el método científico y el pensamiento crítico. Otra actividad es la elaboración de camisetas científicas. Cada año escogemos a un científico y el dibujante del diario Información Enrique Pérez hace una ilustración suya en estilo comic que los niños llevan en una camiseta. Así les hacemos ver que los científicos son algo cercano. Primero hicimos a Albert Einstein, que ha quedado como el logo de El Pati de la Ciència. En el año 2006 escogimos a Santiago Ramón y Cajal porque era el centenario de la concesión del premio Nobel. Por último, regalamos un juguete científico diferente cada año, como peonzas luminosas o muñecos equilibristas. Esto les transmite la idea de que la ciencia es cotidiana y está presente incluso en lo que más les gusta. 


Ilustración de Enrique Pérez para la impresión de camisetas / VEU Revista Cultural de la UA

 Las camisetas también sirvieron para visibilizar a mujeres científicas 
Así es, tratamos de poner en valor el papel femenino en la ciencia porque somos las grandes olvidadas. Recuerdo que una niña pequeña me dijo “¿Es que no hay mujeres científicas?”. La tercera camiseta fue sobre Marie Curie y la cuarta sobre Hipatia de Alejandría, aprovechando la película de Ágora. También hemos hecho a Rosalind Franklin o Margarita Salas. Intentamos combinar los géneros. Este año tenemos a Stephen Hawking, que ha sido un referente en la física tanto por lo su faceta investigadora como divulgadora.

Otro elemento de las actividades infantiles es la espectacularidad.
Jugamos con la baza de que los seres humanos dirigimos la atención hacia cualquier cosa que se salga de lo común. Como el público objetivo son los niños, explotamos su naturaleza especialmente curiosa dirigiéndola hacia la ciencia para que la empiecen a considerar cultura. En general, cuando queremos culturizar a nuestros hijos los llevamos a ver cuadros, al conservatorio, estimulamos la lectura, etcétera, pero la ciencia queda en segundo plano. Queremos transmitir una idea de la ciencia como interesante y divertida. Más tarde, cuando vayan al colegio o al instituto, pueden estar interesados por la física, química o biología que les explica el profesor porque tienen una visión previa agradable, pensando: “Esto me interesó”.

La espectacularidad es un recurso común en las actividades divulgativas infantiles

No obstante, la ciencia no siempre es agradable. También conlleva riesgos e incertidumbres.
Tratamos de transmitir que la ciencia en sí misma no es ni buena ni mala, que depende de cómo se utilice. El descubrir y el entender es algo neutro. La energía nuclear, por ejemplo, es sólo una herramienta, que desgraciadamente ha sido utilizada para crear una bomba atómica que ha matado a mucha gente. 

Por un lado viene el descubrimiento y, por otro, su aplicación.
La ciencia básica es imprescindible, pero mucha gente no comprende que es la base de una pirámide. Es la ciencia aplicada del futuro. De repente, llega un genio y descubre una aplicación fenomenal, pero para ello tiene que tener un background imprescindible. Muchas veces el gobierno se olvida de estos aspectos. Se centra en la transferencia de tecnología, que está muy bien, pero olvida que la ciencia básica es fundamental a largo plazo y no se puede financiar a cuatro años vista.

A algunos adultos ajenos al ámbito científico les haría bien acudir a actividades de divulgación 
Desde el 2013 al 2017 organizamos una serie de cursos contra las pseudociencia llamados La ciencia pren la paraula: els problemes socials de les pseudociències en los que la mitad del público no era del ámbito científico. Venían personas interesadas en la ciencia de cualquier ámbito profesional y educativo. En ellos tratamos de poner en valor la ciencia y desmontar todos los engaños y estafas que se llevan a cabo en el ámbito de las pseudociencias. Hay mucha gente que se es estafada e incluso muere porque se ha dejado convencer y ha abandonado las terapias de la medicina científica. El año pasado comenzamos a impartir el curso Divulgar Ciència en el Segle XXI. Consiste en conferencias de una hora complementadas con media hora de debate entre los asistentes y el ponente. Este año las temáticas son la nanotecnología, la tabla periódica como icono cultural, la importancia de Darwin, la energía y la materia oscura. Vendrán como invitados, entre otros, Manolo Seara, director del programa de RNE “A hombros de gigantes”. Otro proyecto divulgativo en el que pueden participar adultos es La Nit Europea de la Investigació, en el que he colaborado organizando los stands científicos. Quiero añadir que la UA siempre ha brindado una ayuda económica imprescindible para llevar a cabo este tipo de propuestas.

En septiembre se realiza una nueva edición de Divulgar Ciència en el Segle XXI / RUA

La edición de El Pati de la Ciencia 2019 acaba de realizarse. ¿Qué otras actividades hay programadas?Este año hemos llevado a cabo varios espectáculos científicos en el marco de El Pati de la Ciència:  uno sobre electromagnetismo, otro sobre materiales sorprendentes y un tercero de matemáticas muy original. La próxima cita es en septiembre, con el curso Divulgar Ciència en el Segle XXI, al que se puede acudir tanto en formato presencial como online. Las conferencias se publican posteriormente en el repositorio de la UA para que cualquier persona pueda tener acceso a ellas.



Lourdes López: «El público participa, aprende y reflexiona en los museos científicos»

ENTREVISTA | Lourdes López Técnico de Comunicación del Parque de la Ciencias de Granada

La periodista defiende que la sorpresa lleva a la curiosidad y al interés

Lourdes López / Parque de las Ciencias

Lourdes López, periodista especializada en información científica, es Técnico de Comunicación del Parque de la Ciencias de Granada y autora de la tesis doctoral ‘Comunicación de la ciencia 2.0 en España: el papel de los centros públicos de investigación y las ediciones digitales de los periódicos de mayor audiencia’, que obtuvo con mención internacional y calificación cum laude. Desde 2001 ha desarrollado su carrera profesional en el ámbito de la comunicación pública de la ciencia en medios de comunicación y universidades andaluzas. Defiende que la curiosidad y la sorpresa que produce el conocimiento no desaparecen con la edad y que el impacto que la ciencia tiene en todos los ámbitos de la sociedad actual la convierte en un tema de interés para todos los ciudadanos, que tienen el derecho de estar formados e informados para tomar decisiones en materia científica que respondan a sus necesidades, valores y expectativas.

El Parque de las Ciencias de Granada alberga una gran cantidad de exposiciones y actividades. ¿Cómo seleccionan los contenidos científicos?
Los museos de ciencia y tecnología deben poner el foco en aspectos como la educación formal, la no formal y la informal, la implicación del público, la formación de capital científico, la inclusión y el fomento de la cultura científica. Todo ello además de responder a criterios periodísticos como la noticiabilidad o el interés del público, puesto que son entidades de comunicación pública de la ciencia que implican agentes institucionales y sociales.

Ciertamente son muchos criterios.
Los museos de ciencia aglutinan todas estas funciones por dos motivos. En primer lugar, al igual que los medios de comunicación, deben atender a los temas que son de interés del público y de interés público. En segundo lugar, se dedican a la educación no formal e informal de ciencias para todos los públicos organizando actividades, talleres y programas que complementan el currículum educativo de Science, Technology, Engineering and Mathematics (STEM), trabajando estrechamente con el sistema formal. También, participan en proyectos que unen a científicos y ciudadanos, facilitando que estos últimos sean actores del proceso de investigación. Asimismo, favorecen la inclusión organizando actividades abiertas a todos los públicos, fomentando la cultura científica a lo largo de toda la vida, sin límite de edad.

Público de diferentes edades interactuando con las instalaciones /  Parque de las Ciencias

En prensa se tienen en cuenta otros aspectos.
En el caso del periodismo científico, los criterios a los que debe responder la cobertura de la información científica son los mismos que para cualquier otra área periodística: actualidad, proximidad, prominencia, curiosidad, conflicto, suspense o emoción. Son las normas que rigen la información, por lo que no toda la ciencia responde a uno de estos indicadores.

Un elemento muy explotado en periodismo científico, relacionado con el suspense, la emoción y la curiosidad, es la sorpresa.
Basándome en mi experiencia, en prensa, la curiosidad y la sorpresa se fomentan siempre que lo que se comunique tenga conexión directa con los intereses sociales. Buenos ejemplos son noticias recientes como la fotografía del agujero negro que no solo ocupó las portadas de los principales periódicos nacionales, fue noticia de los informativos de radio y televisión, sino que además fue tema de conversación para la población general. En este caso la curiosidad por lo desconocido, lo que hay más allá de las fronteras de la Tierra, llamó muchísimo la atención. Esto ocurre con todos los contenidos relacionados con la astronomía y la astrofísica. Otro tema que despertó la curiosidad e interés, que fue de las noticias más leídas, fue la modificación genética realizada por el científico chino a dos bebés. En este caso al desconocimiento se le unió el impacto ético, social y sobre la salud que este tipo de técnicas pueden tener en el presente y en futuro.

“Si somos capaces de transmitir el impacto del desarrollo científico en nuestras vidas, el interés está asegurado”

¿Se utiliza también la curiosidad en los museos de ciencia y tecnología?
En cuanto a los museos de ciencia, todos los espacios, contenidos y actividades están pensados y diseñados para despertar la curiosidad y la sorpresa. Es sorprendente y emocionante ver cómo, por ejemplo, ante un módulo de agujero negro, se sorprenden del mismo modo un anciano de 80 años que un niño de 3. De esa sorpresa, nace la curiosidad y de la curiosidad las ganas y el interés por profundizar en el conocimiento.

Para generar sorpresa se suelen utilizar contenidos espectaculares, con los que algunos expertos se muestran críticos. 
Depende del significado de espectacularidad. En el sentido positivo de la palabra hay muchos hallazgos científicos que son y han sido espectaculares porque han mejorado y cambiado el curso de la humanidad y esos por si solos captan el interés de la sociedad si se explican de una forma cercana. Creo que los medios de comunicación serios y los periodistas especializados no utilizan este recurso en el sentido negativo de la palabra. Por eso, además de fomentar la cultura científica, es importante promover el espíritu crítico de los ciudadanos para discernir lo que es pseudoinformación de información seria y rigurosa.

La visita al Planetario puede ser una experiencia espectacular / Parque de las Ciencias

¿Se promueve el espíritu crítico desde los museos de ciencia y tecnología?
En los museos, incluido el Parque de las Ciencias,  hay múltiples formatos que fomentan el pensamiento crítico porque en todos ellos el ciudadano participa, reflexiona y aprende a partir de su propia experiencia. Algunos ejemplos son talleres, exposiciones, cafés científicos, proyectos de ciencia ciudadana, encuentros con científicos o ferias de ciencia. Los reversed science cafés y las speed talks son metodologías de participación y encuentro entre público y científicos que propician una interacción bidireccional. En ellos ambas partes conversan y dialogan, enriqueciendo y favoreciendo el aprendizaje mutuo. El proyecto europeo SPARKS publicó un toolkit al respecto cuya consulta puede ayudar a conocerlos mejor.

Algunos expertos ven en los contenidos metacientíficos una herramienta para el fomento del pensamiento crítico y la apropiación social de la ciencia. 
Estoy de acuerdo en que también es muy importante divulgar los contenidos sobre la actividad científica, el método científico, el proceso de producción científica, no sólo por una cuestión de apropiación, sino también por una cuestión de adquisición de herramientas para hacer frente a la desinformación. En los últimos años, estamos asistiendo a la proliferación de información falsa en todas las áreas y también en ciencia. La mayoría de esta información llega a través de redes sociales y son transmitidas por redes de confianza que otorgan cierta credibilidad a contenidos pseudocientíficos. Algo que se puede frenar si uno tiene formación e información sobre el método científico y sabe que unos resultados creíbles y rigurosos están sustentados en un largo y arduo proceso de investigación. Además, esos resultados son creíbles en tanto en cuanto han sido evaluados-aprobados por la comunidad científica a través de su publicación en revistas científicas de alto impacto, presentación en congresos, etc. El mejor arma contra la desinformación es, sin duda, la formación en todos los aspectos de la ciencia.

El proyecto SPARKS implica a la ciudadanía en el I+D+i científico y tecnológico / Sparks Project

¿Se utilizan los contenidos metacientíficos en prensa?
En el caso de los medios, la metodología prácticamente nunca es motivo de noticia a no ser claro que sea un tema polémico como la modificación genética. Es muy difícil encontrar en una noticia alusión al método empleado, cuando en cierto modo es lo que marca la rigurosidad de los resultados que se están divulgando en la noticia. En cuanto a la legislación, depende del impacto. Sí se trata en temas muy sociales como la salud o la tecnología. Como decía, temas como la modificación genética o las células madre siempre van a tener cabida en una noticia.

Entonces se cumple la premisa de que cuanto más cercano es el tema para el público, más interés genera…
Si se hace partícipe al público y se le acerca la ciencia mostrándola como un elemento que está en todas y cada una de sus acciones cotidianas e influye en su bienestar y calidad de vida, tiene interés para todos. Pierde interés en el momento en el que se ve como algo lejano, complejo e incomprensible. Sin embargo, todo el desarrollo científico tiene impacto directo o indirecto en nuestras vida, por eso si somos capaces de transmitirlo con este enfoque el interés está asegurado. 

En la Feria de la Ciencia del Parque de las Ciencias 2019 la ciudadanía se implicó masivamente.
Efectivamente, la Feria de la Ciencia es un ejemplo de implicación social en la comunicación científica y un medio inmejorable para fomentar vocaciones en los más jóvenes. Todas las ediciones son un éxito de público y de participación, la de este año ha reunido a más de 1.400 participantes, entre docentes, estudiantes e investigadores de todas las provincias andaluzas que han presentado sus experiencias científicas en el museo. Además, ha recibido más de 13.000 visitas. 


Escolares durante la Feria de la Ciencia 2019 / Parque de las Ciencias

¿Comparte con Belén Laspra que los museos son lugares adecuados para incorporar la voz pública en la toma de decisiones sobre temas de relevancia social?
Por supuesto que sí. Los museos de ciencia son lugares de encuentro entre la comunidad científica y la sociedad general. Además, son espacios concebidos para reflexión y para el desarrollo del pensamiento crítico. De hecho, los museos de ciencia están desempeñando un papel fundamental en la implementación de la investigación e innovación responsables, que implica a los ciudadanos en todas las fases del proceso científico. El Parque de las Ciencias participa en diferentes proyectos europeos que incluyen acciones encaminadas a este fin. Algunos como Sparks, INPROFOOD o VOICES, financiados por la UE, ya fueron realizados. Otros, como el proyecto LIFE Adaptamed, financiado por el programa europeo LIFE, o los proyectos SYSTEM y SPACEEU,  se están desarrollando actualmente financiados por el programa Horizon 2020. Además de estas experiencias realizadas en torno a diferentes temas de interés social como el cambio global, el reciclaje, la alimentación o la ciencia ciudadana, el museo cuenta desde el el año 2004 con un Consejo Infantil y Juvenil que participa y asesora en las actividades, contenidos y temas que se abordan en el museo.

¿Qué actividades tiene programadas el Parque de las Ciencias de Granada para el verano de 2019?
El Parque de las Ciencias es un museo vivo en continua evolución, con una actividad constante. Entre las actividades del verano destacan los campamentos de verano para los más pequeños ‘Verano con ciencia’, las exposiciones temporales ‘Play. Ciencia y Música’,  ‘WOW. Las maravillas de la vida salvaje’, ‘Tecnología para la salud’ y ‘Anfibios y reptiles ibéricos’, la ventana a la ciencia ‘Evolución y conservación de las plantas de la Universidad de Sevilla’, los talleres de las exposiciones temporales, programas de Planetario como ‘Beyond the sun. En busca de una nueva Tierra’ o ‘Escher. Universos infinitos’, el BioDomo, el Mariposario Tropical, los contenidos permanentes de los Pabellónes ‘Viaje al Cuerpo Humano’; ‘Cultura de la Prevención’; ‘Eureka’; ‘Percepción’; ‘Biosfera’; ‘Explora’; ‘Explora el desván del cuerpo humano’ y mucho más que puede consultarse en la web del museo o en sus perfiles sociales de Facebook y Twitter

Colocación de una banderola gigante con motivo del Día de Andalucía / Parque de las Ciencias



María Martín: “La ciencia es cultura, sin duda alguna”

ENTREVISTA | María Martín Directora de la Unidad de Comunicación de la UA

La periodista cultural sostiene el papel imprescindible de la ciencia para el desarrollo humano

María Martín / E. Tortosa

María Martín es la directora de la Unidad de Comunicación de la Universidad a la que pertenece UA Divulga, el nombre con el que la Unidad de Cultura Científica y de la Innovación (UCC+i) de la Universidad de Alicante quiere darse a conocer públicamente. Las UCC+i son organismos cuyo objetivo es hacer de nexo entre la comunidad científica y la sociedad civil para propiciar un acercamiento mutuo. Los pilares de estas unidades con apoyo gubernamental desde 2007 son el periodismo, la divulgación, la comunicación y la investigación sobre los puntos anteriores. La comunicadora explica los objetivos y la actividad de la UCC+i de la UA, además de reflexionar al respecto de los formatos y contenidos de uso común en divulgación científica.

Buena parte de la sociedad está de acuerdo en que “las ciencias” y “las letras” son disciplinas opuestas. La concepción de ambas como compartimentos estancos es un estereotipo contemporáneo que hunde sus raíces en la muy criticada conferencia “Las dos culturas”, pronunciada por el físico y escritor C.P. Snow hace ya sesenta años. En una sociedad como la actual, en la que la transversalidad es una competencia en demanda creciente, estas barreras se difuminan. Quizá, esta visión polarizante sea la responsable de que la ciencia no sea considerada cultura por gran parte de la población. Si preguntamos a la ciudadanía por las prácticas culturales en las que invierte su tiempo hábitos como escuchar música, leer e ir al cine son un lugar común. Algunos menos comentan su asistencia a espectáculos (teatro y conciertos) y la visita a monumentos y yacimientos, seguidos de cerca por los que declaran visitar museos, exposiciones y galerías de arte. La presencia de contenidos científicos es secundaria o residual en estos formatos, ocupando siempre puestos de la zona media o baja de la tabla. Así lo refleja la última Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales en España realizada por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte entre 2014 y 2015.

Izquierda: Hábitos y prácticas culturales (en porcentaje, anual) / Elaboración propia. Fuente: MECD
Centro: Asistencia a museos por tipología (En porcentaje, anual) / MECD 
Derecha: Libros divulgativos leídos por temática (en porcentaje, trimestral) / MECD 

Por su parte, la técnica de la UCC+i de la UA sostiene firmemente que “la ciencia es cultura, sin duda” y apunta que cada vez más Unidades pretenden “aumentar la presencia de la ciencia en la cultura”. El objetivo esencial de UA Divulga, defiende Martín, “es acercarse a la ciudadanía devolviendo el input y la confianza que deposita en la comunidad científica”. Para que revierta adecuadamente, considera imprescindible transmitir los procesos investigadores y los resultados que se dan en el día a día de aulas y laboratorios de la Universidad, pero también hacer “comunicación pura y dura” de conocimientos científicos ya asentados. Para conseguirlo, “hay que tener en cuenta tanto el público como la acción y el mensaje que se quiere transmitir”, apunta la periodista suscribiendo las directrices del Libro Blanco de las UCC+i. Uno de sus múltiples públicos objetivo son los medios y agencias de comunicación, que a su vez actúan de “voceros de su actividad”, para los que se elaboran notas de prensa y material audiovisual “con adecuado rigor periodístico y científico”, sostiene. El público general es el objetivo de acciones como “Geolodía”, mientras que el infantil y juvenil es otro sector “fundamental para el desarrollo de nuevos talentos”, para lo que desarrollan actividades específicas como, “El Pati de la Ciència” o “Astropeques”, según la comunicadora, “enfocadas a la estimulación de vocaciones científicas”. Por su parte, intentan hacer partícipe al personal docente e investigador, que en muchas ocasiones ya estaba haciendo por su cuenta acciones divulgativas, indica Martín, brindándoles apoyo en la difusión de la ciencia y la tecnología. Un ejemplo de ámbito interuniversitario es “La Noche Europea de los Investigadores”, comenta la periodista. Otro público objetivo de la actividad de UA Divulga citado por Martín es el sector empresarial, “fundamental para la transferencia del conocimiento”. Para alcanzar a este sector y apoyar la labor que se realiza en las Oficinas de Transferencia de los Resultados de Investigación (OTRIs), “la Unidad pone en valor la investigación, el desarrollo y la innovación, a partir de los resultados conseguidos en las facultades”, apunta. 


Fotografía tomada durante el “Geolodía” 2018 / Repositorio de la Universidad de Alicante

En entrevistas anteriores para #Metacomunico se comenta la importancia de transmitir no sólo los contenidos científicos -resultados de investigación- sino también los metacientíficos -procesos de investigación, legislación, etc.- para fomentar el pensamiento crítico y la Apropiación Social de la Ciencia de forma integral. María Martín comenta que “en la medida de lo posible, se transmiten los procesos de investigación” pero que “hay que tener mucho cuidado con la difusión de las metodologías” ya que, frecuentemente, “están patrocinados, forman parte de proyectos europeos o están vinculados a una patente”. Esto es parte de su labor, que brinda “equilibrio a los intereses de los investigadores, la institución y el público”. La entrevistada comenta que en UA Divulga “las acciones de divulgación siempre llevan una comunicación en paralelo”. Destaca que una de las peculiaridades de UA Divulga es que la UCC+i está enmarcada en una Unidad de Comunicación global en estrechísima colaboración con el vicerrectorado de Investigación y Transferencia de Conocimiento, de manera que la capacidad de planificación y alcance es, a su juicio, “muchísimo más amplia”, lo que les permite hacer “una comunicación desde el principio del proyecto hasta los resultados”. En este sentido, la directora de la Unidad de Comunicación alaba la implicación de toda la cúpula del vicerrectorado en la creación de UA Divulga, “una apuesta firme y decidida”.

Con respecto a la utilización excesiva de la espectacularidad, Martín alerta sobre la posibilidad de que se pueda llegar a transmitir una imagen de la ciencia cercana a la magia y alejada de la realidad. La periodista coincide con el experto en ciencia, tecnología y sociedad José Antonio López Cerezo en que la solución a la inoportuna transmisión de esta visión distorsionada es mostrar la explicación detrás de cada demostración científica desvelando sus trucos, al contrario de lo que acostumbran a hacer los magos. Un ejemplo, cita la periodista, se da en la demostración “Matemagia: La magia de las matemáticas”, incluída en el programa “El Pati de la Ciència”. En ella, el público infantil asiste a un “truco de cartomagia” que no está fundamentado en otra cosa más que en operaciones aritméticas. Tras la sorpresa de los niños y niñas se explican los fundamentos matemáticos de lo que acaban de presenciar, evitando que atribuyan lo sucedido a fenómenos inexplicables. Martín se muestra también partidaria de utilizar la diversión como gancho para las actividades divulgativas, especialmente cuando están dirigidas al público infantil. “Ponerles una bata blanca y hacerles sentir científicos es una experiencia atractiva para padres e  hijos”, expresa, señalando que se trata de un estereotipo útil en esas edades. Más adelante, entrados en la adolescencia y juventud temprana, se deben mostrar progresivamente las dificultades de una carrera científica, afirma. Para ilustrarlo, pone como ejemplo la última “Noche Europea de los Investigadores”, en la que se realizó un taller de robótica en el que se evidencian “valores como la paciencia, la responsabilidad, la tolerancia al fracaso, la constancia y la competitividad” como componentes intrínsecos a la labor científica. Por todo ello, la comunicadora concluye: “no considero el adecuado uso de la espectacularidad o la diversión como una distorsión de la realidad”.


Vídeo de la actividad Matemagia: La magia de las matemáticas / Repositorio de la UA

María Martín destaca otro aspecto fundamental para llegar al gran público: “Hay que mirar a nuestro interlocutor a los ojos” y “bajar el nivel hasta hacerlo comprensible”. La periodista recalca que “esto no significa renunciar al rigor”, algo que provoca reticencias en muchos académicos, sino “tomarse ciertas licencias” como la utilización de símiles o elementos cercanos en lugar de terminología científica compleja, afirma. “Hay que perder el miedo a que alguien te escuche utilizar un lenguaje mucho más accesible y diga ¡qué barbaridad!”, comenta, apoyándose en palabras de Jorge Olcina a quien considera un referente en divulgación científica. El reconocido experto en climatología de la Universidad de Alicante, con el que han realizado algunas acciones para formar a investigadores locales, comparte la postura del descenso en los estándares terminológicos, indica Martín. Cuando Olcina trataba de explicar un fenómeno meteorológico de actualidad, añade la técnica, “muchos expertos se ponían en la tesitura de que si no era un fenómeno de gota fría de manual no se podía decir”. Él, sin embargo, era defensor de utilizar el término “aunque te estés saltando una de las reglas que hacen que científicamente lo sea”, ya que su filosofía es la de “introducir poco a poco determinados conceptos” para que la gente vaya perfeccionando paulatinamente su conocimiento, justifica la periodista de UA Divulga.

Al respecto de la situación actual de la UCC+i de la UA, María Martín recuerda que se trata de un proyecto todavía joven, con menos de un año de recorrido. Un aspecto fundamental, señala, consiste en que el eje de la comunicación lo llevan a cabo los técnicos de la Unidad, que son de formación periodística, pero el eje divulgativo es llevado a cabo por investigadores. Por ello, sus esfuerzos inmediatos se centran en la “actualización de un listado de expresiones de interés”, en el que tratan de registrar a todos los investigadores e investigadoras dispuestos a “canalizar sus inquietudes divulgadoras”, así como “la creación del portal UA Divulga para la recopilación y comunicación de estas acciones divulgativas”. Una de ellas es la próxima edición de “La Noche Europea de los Investigadores”, en la que han pasado de tener “únicamente profesores de la Facultad de Ciencias y la Escuela Politécnica Superior” a recibir solicitudes de “las facultades de Humanidades, Ciencias de la Salud, Derecho, Económicas o Educación”. “El flujo es constante, esta cultura está creciendo”, apunta. Por último, añade que “es una pena que esta labor se realice de forma altruista”, calificando como “caldo de cultivo favorable” el hecho de que la FECYT haya comenzado a reconocer las acciones divulgativas y de transferencia del conocimiento por parte de los investigadores. 

Captura del Directorio de UCC+i de España / FECYT

Estas acciones y reflexiones están enfocadas a aumentar la cuota de contenidos científicos en lo que la sociedad entiende por cultura, haciendo que en el subconsciente colectivo la palabra cultura evoque algo más allá de las bellas artes y las humanidades. Actualmente existen más de ochenta Unidades de Cultura Científica y de la Innovación en España, estando la mayoría de ellas vinculadas a universidades. 

«Un audio descontextualizado puede desinformar tanto como una noticia falsa»

ENTREVISTA | Rocío Pérez Periodista y coordinadora de MalditaCiencia

La periodista especializada en ciencia apunta que consumimos y reenviamos, realimentando la desinformación


Rocío Pérez / Fotografía por Paloma López Learte

La semana pasada la entrevista a Belén Laspra comenzaba con una cita célebre del padre del empirismo, Francis Bacon. En este caso el redactor se toma la licencia de ampliar la cita parafraseando a Robert Proctor, pionero en hablar de la agnotología: “El conocimiento es poder, pero la ignorancia, también”. La agnotología consiste en la creación deliberada de ignorancia, una táctica usada frecuentemente para manipular la opinión pública. Un ejemplo son las noticias falsas, sin embargo, la desinformación toma otras formas y no siempre tiene intenciones oscuras ni esconde autores tan influyentes como políticos o grandes empresas. Sea como fuere, los expertos en ciencia, tecnología y sociedad coinciden en la necesidad de ejercer el pensamiento crítico y posicionarse en una actitud de escepticismo leal para aumentar la Alfabetización Científica y la Apropiación Social de la Ciencia en la era de la comunicación 2.0. En palabras más llanas, contrastar el origen de la información recibida mediante una búsqueda activa permite a los individuos estar mejor informados y ser menos manipulables. 

En un mundo hiperconectado en el que se reciben grandes volúmenes de información de forma diaria esta tarea no siempre es fácil. Bien lo sabe Rocío Pérez, periodista científica en MalditaCiencia, la rama del medio sin ánimo de lucro Maldita.es encargada de comprobar la veracidad de la información científica que recibimos de maneras muy diversas. Además de combatir la desinformación mediante el periodismo de datos, es redactora de El Confidencial desde 2013 y colaboradora de medios como Jot Down, Agencia Sinc o el blog de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU “Mujeres Con Ciencia”. En esta entrevista profundiza en las actitudes y formatos en los que se presenta la desinformación, la crisis de confianza en los periodistas y medios de comunicación y la oportunidad que tienen para recuperar su credibilidad. 

La desinformación toma diferentes formas y utiliza muchos canales, ¿cuáles son?

La desinformación en los medios llevamos viéndola toda la vida, solo que antes sólo los que tenían acceso a los medios podían desinformar, y ahora puede hacerlo cualquiera porque las redes sociales y los sistemas de comunicación por mensajería nos lo ponen al alcance de la mano. Un tuit, un estado de facebook o un vídeo grabado con la cámara del móvil son herramientas muy útiles para desinformar: son instantáneos y tienen el potencial de llegar a cualquier rincón de la red. Los formatos pueden ir desde la tradicional «noticia» (o algo que se le parece) hasta un audio grabado para un amigo. Funcionan porque son conocidos y cotidianos pero a la vez nos llegan descontextualizados, sin detalles, sin fecha, sin ubicación… Eso impide que podamos comprobar los detalles e incluso que intentemos hacerlo. Simplemente consumimos y reenviamos, realimentando nosotros a su vez la desinformación. Como muchos además nos llegan de personas conocidas… Más fácil es que nos la cuelen.

¿Hay algún colectivo especialmente vulnerable a los mensajes desinformativos?

No sé si especialmente vulnerable, pero desde luego que las personas más mayores no están más a salvo. Tendemos a pensar que por estar menos expuestos a las redes sociales están más protegidos. Si alguien de verdad no está expuesto en absoluto, lo estará, pero a día de hoy, prácticamente todo el mundo tiene, al menos, una aplicación de mensajería a su alcance. Con esto ya les llega la desinformación. Y el problema aquí es que cuanto menos manejo de la información en la red, menos herramientas y mecanismos tiene una persona para distinguir la buena información de la desinformación. Algunos estudios sugieren que las personas mayores de 60 años tienen una mayor probabilidad de compartir noticias falsas porque nunca en su vida han tenido que hacer ese ejercicio. Siempre han sido consumidores pasivos de información y no han tenido que plantearse una postura crítica activa.

Esta postura se le resiste a la ciudadanía para con la información científica, especialmente si va acorde a su sistema de creencias.

No más que con cualquier otro tipo de información. Quien tiene ciertos conocimientos científicos o sobre salud sí se para a reflexionar y comprobar, pero son una minoría. Es mucho más fácil que nos creamos y compartamos algo sin pararnos a comprobarlo. La mayoría de nosotros defiende una forma de pensar porque cree que es la correcta, y considera que la contraria es errónea, interesada o malvada. Así que estamos mucho más dispuestos a buscarle las pegas a esa que a la nuestra. Es importante (aunque difícil y poco común) ser tan exigente con la información que en principio mejor nos encaja como con la que no lo hace.

Charla de Rocío Pérez para la Asociación de Divulgación Científica de Alicante

Los consumidores suelen argüir la falta de tiempo.

Una comprobación rápida del origen de un titular, si es un medio serio o no, de si detrás de una afirmación hay un dato real, si un supuesto experto lo es o no…en principio no tiene por qué llevar más de un par de minutos. Pero para un usuario no entrenado puede ser más trabajoso distinguir una fuente fiable de la que no lo es. Por otro lado, hay webs que no son medios pero se esfuerzan mucho en parecerlo, y ahí la confusión es más difícil de evitar. Los medios de comunicación deberían ser rigurosos, pero sería ingenuo no reconocer que sufren una crisis de confianza por parte de los lectores y espectadores, que es uno de los motivos de que la desinformación campe a sus anchas. Existen algunos proyectos periodísticos nacidos precisamente con la idea de dedicarse específicamente a la verificación y así ayudar a los consumidores de información a distinguir. Maldita.es es un proyecto con distintas ramas (Maldito Bulo, Maldito Dato, Maldita Ciencia, Maldita Inmigración, Maldito Feminismo y Maldita Hemeroteca) que se basa en dos pilares principales. Por un lado, el periodismo. Lo que hacemos es lo que han hecho los periodistas desde siempre: comprobar fuentes, comprobar datos, comprobar origen, comprobar contexto… Y luego explicar todo lo que sabemos sobre un asunto. El otro es la idea de comunidad, de crear una relación de confianza con nuestro público que haga que ellos nos avisen de los bulos y desinformaciones dudosas que se topan por las redes, nos ayuden cuando puedan a comprobarlas/desmentirlas y después nos echen una mano para difundir los desmentidos y contenidos que creamos a partir de nuestras comprobaciones. Se trata de que, en la batalla contra la desinformación, las fuerzas estén tan igualadas como sea posible. Los malos (que no podemos saber quiénes son, pero están ahí) son muchos y están organizados. Nosotros tenemos que estarlo también.

Se me ocurre que esta tarea de verificación podría realizarla el Estado.

En mi opinión eso no es en absoluto algo que se pueda legislar. El periodismo debe ser independiente de la legislación, que al final proviene del poder ejecutivo y legislativo. Esto es un principio periodístico básico, pero si hace falta, para ilustrarlo podemos concretarlo en algunos ejemplos que serían muy delicados por no decir imposibles de legislar: ¿qué ocurriría con las piezas periodísticas que discrepen de las fuentes oficiales? ¿Qué ocurriría con la sátira? ¿O con el periodismo de opinión?  ¿Qué hacemos con toda esa desinformación que es, en realidad, información fiable sacada de contexto (rescatada del pasado o ubicada en otro sitio)? No creo que sean cuestiones que se puedan regular con normas o leyes.

¿En quién recae entonces la responsabilidad de comprobar las fuentes?

Lo primero, en los propios periodistas y medios de comunicación. En cierto modo el problema de la desinformación es una oportunidad para que el periodismo reivindique su función social ante los ciudadanos: hay que recuperar esa confianza en los medios, que los lectores sepan que ante el entorno pantanoso que puede ser internet y las redes sociales (a veces, ojo, que las redes también tienen cosas muy buenas), los medios son un lugar fiable donde informarse. Por otro lado, esos mismos ciudadanos y consumidores tienen que asumir que ellos también tienen una responsabilidad con cómo son las cosas a día de hoy. Por un lado, evitando compartir aquello que no tengan claro que es verdad. Por otro, ejerciendo su poder como consumidores, no dando visibilidad y visitas a aquellos contenidos que no sean fiables.

“Hay otra ciencia y tecnología cotidiana que pasa desapercibida”

ENTREVISTA | Belén Laspra Experta en Ciencia, Tecnología y Sociedad

Belén Laspra / Cedida por la autora

“Sciente potentia est”. O, traducido al castellano, “El conocimiento es poder”. La célebre cita, atribuida al pionero del pensamiento científico moderno Francis Bacon, sostiene que el saber en sí mismo otorga cierta potestad. Belén Laspra, experta en estudios sociales de la ciencia, defiende una suerte de versión contemporánea de la cita en su libro “La Alfabetización Científica” (Ed. Los Libros de la Catarata, 2018). La actual investigadora del Departamento de Filosofía de la Universidad de Oviedo desarrolla su carrera profesional en el campo de la cultura científica, el punto de encuentro entre la sociedad, la ciencia y la tecnología que cotiza al alza. Para ello, ha colaborado con instituciones tan relevantes en la materia como la Fundación Española de la Ciencia y la Tecnología (FECYT), la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) o el Institute for Social Research (ISR) y el International Center for the Advancement of Scientific Literacy (ICASL) de la Universidad de Michigan. 

Rechazar un tratamiento basado en flores de Bach, escoger un alimento en función de sus características nutricionales o comprar un electrodoméstico considerando su eficiencia energética son ejemplos cotidianos de Apropiación Social de la Ciencia (ASC), apunta Laspra. Los estudios de la doctora en Filosofía miden la implantación de la ASC en la sociedad, mediante la que “los individuos integran los conocimientos científicos y los utilizan para guiar sus decisiones en la vida diaria”. Uno de los elementos que la componen es la Alfabetización Científica, que se define como “todo lo que -un individuo o grupo- sabe de ciencia, sobre la comunidad científica y sobre el sistema tecnocientífico”. Este conjunto incluye desde conocimientos científicos, como “qué es un átomo”; hasta meta-científicos, como “el rol de un grupo de control en un experimento o la ley de ciencia vigente”. 

Para adquirir estos conocimientos consumimos información procedente de fuentes y canales diversos. Internet es un canal que “posibilita el acceso” y las redes sociales actúan como “facilitadoras del capital social en sentido sociológico”, señala la filósofa. “Por Facebook llegan artículos de I Fucking Love Science o Materia, pero también de Unexplained on Gaia; en Twitter puedes encontrar a la NASA o a la Sociedad de Terraplanistas”, advierte, enfatizando la abundancia y la variabilidad en el rigor que presentan los contenidos web. Laspra explica las diferencias entre la Comunicación 1.0 y la 2.0 mediante el cambio en los criterios de validez de la información, apoyándose en el sociólogo Massimiano Bucchi. En la primera, “la autoridad de la fuente y la reputación del canal garantizaban la calidad”, en la segunda, “la información válida es la contrastada”, afirma. La investigadora recalca la importancia de cuestionar tanto la información y las fuentes novedosas como los conocimientos y actitudes asentados, ejerciendo lo que describe como “un sano escepticismo”. “El mejor modo de poner en práctica el pensamiento crítico es hacer preguntas”, incluyendo “fuentes no afines al pensamiento propio”, propone, ya que el sistema educativo proporciona un bagaje “necesario pero insuficiente” para lidiar con los “desafíos y controversias científicas” del futuro, como ya notó el experto Jon Miller. El referente estadounidense en alfabetización científica considera que buscar y adquirir información para solventar cuestiones inmediatas en lugar de memorizarla de forma preventiva representa un cambio en el modelo de aprendizaje tradicional. Miller justifica este cambio por la irrupción de las TICs en los hogares, como refleja Belén Laspra en su citado libro.


“En la Comunicación 2.0 la información válida es la que está contrastada”

Según la doctora, el perfil de una persona con alto nivel de ASC posee estudios reglados, muestra interés por la ciencia y tecnología y está representado especialmente en varones de 30-40 años. El 20% de la población española presenta este perfil, normalmente acompañado de una actitud pro-científica y una percepción positiva pero crítica con la ciencia, indica Laspra. Por contra, las creencias religiosas afectan de forma negativa a la ASC debido a “componentes sociológicos, psicológicos, e históricos”, aunque “hay personas que parecen ser capaces de conjugar ambas”, ya que es un tema “muy complejo relacionado con las pseudociencias y las fake news”, añade. La investigadora recalca que fomentar el interés en la ciencia y la tecnología es un objetivo cuya importancia va más allá de fomentar la apropiación. Pese a la existencia de legislación que pretende “impulsar la cultura científica, tecnológica e innovadora a través de la educación, la formación y la divulgación”, reconoce que “necesita traducirse en estrategias concretas”, pues aún queda mucho por hacer. “Necesitamos una política científica más robusta”, concluye.

El fomento e incentivación de la actividad de museos, planetarios y centros divulgativos es un objetivo recogido en el artículo 38 de la Ley de Ciencia, Tecnología e Innovación vigente.  No obstante, la investigadora se apoya en varios estudios en el contexto español para cuestionar que la asistencia a los mismos sea indicativa de interés en materias tecnocientíficas. “Proporcionan información en abundancia”, reconoce. El problema es que en el imaginario popular no figuran como lugares capaces de dar respuesta a preguntas”, diagnostica. La experta afirma que “existe un nicho de oportunidades” y sugiere involucrar a la ciudadanía en la toma de decisiones en cuestiones de interés social en estos espacios, algo a su juicio necesario en “una sociedad democrática marcada por el desarrollo científico tecnológico”. Jurados, encuestas deliberativas o paneles de consulta son estrategias que considera adecuadas para incorporar la voz pública en los museos de ciencia y tecnología. “Son espacios muy adecuados para albergar este tipo de acciones”, apunta, señalando que poseen grandes aforos, recursos tecnológicos, horarios flexibles, personal especializado y acceso a expertos. Estas características permiten la incorporación de simulaciones de la toma de decisiones en temas socialmente relevantes como los alimentos transgénicos, el cambio climático, la reproducción asistida, el virus del papiloma humano o la experimentación con células madre, para que “los visitantes puedan familiarizarse con la participación y practicarla”, afirma. 


“Los individuos tienen que tomar decisiones en ciencia y tecnología”

Al respecto de las exposiciones museísticas, sugiere un giro en los contenidos desde la “ciencia en mayúsculas” hacia la “ciencia cotidiana”, siguiendo “la máxima educativa de empezar por lo conocido para llegar a lo desconocido”. Considera que la ciencia de los grandes descubrimientos, los importantes avances tecnológicos y los premios Nobel está representada, pero no tanto la que se utiliza a diario y pasa desapercibida. Por ello, invita a los responsables de los contenidos expositivos a mostrar los principios científicos que hay detrás del día a día de las personas, con el objetivo de incrementar su interés. Mostrar la ciencia y la tecnología tras el funcionamiento de una placa vitrocerámica o de inducción, el pronóstico meteorológico, el color de la ropa o el gel de ducha son contenidos que pueden “hacer de estas entidades lugares de apropiación científica”, apunta.  La episteme y la téknē pueden ser percibidas como saberes elevados, propios de grandes figuras como Francis Bacon, pero como sugiere la experta, también incluyen la ciencia y la tecnología más mundana, imbricada hasta la médula de nuestra cotidianeidad.

“Saber más de ciencia puede salvarnos la vida”

El catedrático invita a la ciudadanía a implicarse en la búsqueda y aplicación de información científica

ENTREVISTA | José A. López Cerezo Experto en Ciencia, Tecnología y Sociedad

José Antonio López Cerezo / Dpto. Filosofía Universidad de Oviedo

La ciencia y la sociedad parecen comportarse como líquidos inmiscibles: aunque tratemos de hacer una mezcla homogénea de ambas, con el tiempo tienden a ocupar lugares diferenciados. O, al menos, así lo percibe una buena parte de la sociedad. Por el contrario, José Antonio López Cerezo, miembro del Grupo de Investigación de Estudios Sociales de la Ciencia que elabora y analiza parte de las encuestas bienales de la Fundación Española de Ciencia y Tecnología (FECYT), defiende que la ciencia está integrada en el día a día de cualquier ciudadano y que debemos tenerla en cuenta para tomar decisiones mejor informadas. La sociedad y la ciencia forman una mezcla homogénea más cercana a una emulsión. Este grupo, en el que acompaña a las investigadoras Montaña Cámara Hurtado y Belén Laspra, estudia la incidencia de la ciencia en la vida de las personas, un proceso conocido como Apropiación Social de la Ciencia (ASC) en el que consideran fundamental que la ciudadanía tome un papel protagonista.

El también Catedrático de Lógica y Filosofía de la ciencia de la Universidad de Oviedo reconoce como padre del término ASC al físico colombiano Eduardo Posada Flórez, si bien él fue uno de los primeros en traer esta noción a España. El investigador explica que el proceso consta de tres dimensiones: cognitiva, valorativa y operativa. La primera consiste en la recepción de información científica a través de medios digitales o tradicionales como internet, la prensa o el entorno social. Ésta va compañada de la integración del conocimiento en el sistema de creencias propio, algo que conlleva “cambiar las actitudes y valoraciones de un individuo”, como comenta López Cerezo. La última dimensión, en la que se han centrado sus indagaciones, consiste en la modificación del comportamiento. Para estudiar la fase operativa de la ASC, el grupo de investigación de López Cerezo ha contribuido a elaborar diversos cuestionarios cuya intención es detectar cuándo el conocimiento científico es puesto en práctica.

Tratar de arreglar por cuenta propia un aparato averiado, buscar información acerca de un ingrediente alimentario controvertido o consultar a un profesional de la salud por un nuevo fármaco son respuestas consideradas indicativas de un alto nivel de ASC. Como el lector habrá podido notar, el factor común de estos ejemplos es “la tendencia a buscar información científica para resolver aspectos particulares de la vida”, resumido en palabras del investigador. No obstante, no todas las formas de ASC van acompañadas del ejercicio del pensamiento crítico. La confianza ciega en la ciencia, encarnada en profesionales como científicos y tecnólogos, puede convertir al ciudadano en “un simple intermediario de un mandato científico en un comportamiento individual”, una posición que coloca a la ciencia “en un pedestal” y que la trata “de una forma similar a la religión”. Para que la ciudadanía ejerza la apropiación de una forma más saludable es necesario que tome “un papel protagonista en la búsqueda, el filtrado y la selección de información científica”, apunta López Cerezo.

“Estar cercano a la ciencia no sólo es saber más ciencia, sino también llevarla a la vida cotidiana”

Pese al énfasis en el cuestionamiento de las fuentes, el catedrático no se muestra partidario de un escepticismo total justificado por la desconfianza en las instituciones, un fenómeno que califica de “difícilmente comprensible”. Sin embargo, añade que “los analistas coinciden en que hay una larga cantidad de crisis y escándalos vinculados al desarrollo científico-tecnológico que han adquirido visibilidad en las últimas décadas en el mundo occidental”. Cita, entre otras, el caso de las vacas locas, el engaño de Volkswagen con los motores diésel o las dioxinas en los pollos belgas. En este contexto, el investigador recuerda que “reconocer las limitaciones y los riesgos de la ciencia no tiene nada que ver con ser anticientífico” y aporta un concepto clave: el escepticismo leal. Esta actitud crítica, acuñada por el investigador demoscópico Martin Bauer, consiste en “el apoyo a la ciencia desde un cierto escepticismo”, explica el catedrático. Ampliando la definición, el entrevistado añade que esta actitud consiste en “estar con la ciencia” siendo conscientes de que hay “tanto elementos valiosos -la mayoría de ellos- como otros que pueden suscitar el rechazo o la mirada cautelosa” y pone como ejemplo práctico la petición de una segunda opinión médica.

Para evitar que el escepticismo leal derive en una actitud anticientífica “hay que diferenciar entre desmitificar la ciencia y descalificarla”, apunta el experto, que considera que la ciencia no es infalible en tanto que es una actividad humana. Por contra, presenta sus limitaciones, incertidumbres y riesgos. En ese sentido reconoce que las estrategias de comunicación social están trasladando una imagen demasiado tradicional de la ciencia, presentándola como unívoca e infalible, una táctica que califica de “contraproducente”. Para reforzar su punto de vista, se apoya en un ejemplo: “Firma como científico el ingeniero de montes que trabaja para una empresa privada dedicada a la fabricación de pasta de papel pero también el ecologista que milita en una organización que se opone a las prácticas de la empresa”. El resultado son “científicos enfrentados con científicos”. “La ciencia debe ser más humilde”, asevera, lo que no quita que considere un gran error su deslegitimación, ya que “reconocer la credibilidad y utilidad de la ciencia es fundamental”. En esa línea, apunta que, a un nivel macrosocial, “un aumento de la cultura científica hace que mejoren todos los indicadores que tienen que ver con educación, competitividad empresarial, desarrollo, etc.”.

“Debemos desmitificar la ciencia sin desacreditarla”

López Cerezo añade que “saber de ciencia puede, desde enriquecernos como personas, hasta salvarnos la vida en la actual sociedad del riesgo, rodeados de amenazas con origen en el desarrollo industrial de base tecnológica”. La creación de espacios de participación ciudadana, la existencia de fuentes de información científica libres, ricas y plurales, la estimulación de organizaciones, asociaciones ciudadanas, las ONG relacionadas con la ciencia y la tecnología y el aumento de los contenidos metacientíficos en comunicación son algunos de los ingredientes que el investigador considera necesarios para aumentar el “engagement” o implicación ciudadana. “Muchas veces tendemos a infravalorarlos -a los ciudadanos- y creo que es un grave error”, afirma. “Debemos implicarlos”, concluye el filósofo.

Diez universidades españolas, entre las 500 mejores del mundo

Estados Unidos lidera el Ranking de Shanghai desde su primera publicación en 2003

La primera universidad española de la clasificación de las universidades del mundo, conocida como Ranking de Shanghai, es la  Universidad de Barcelona, situada en el puesto 151. Hay que descender un poco más para encontrar a las universidades de Madrid, Pompeu Fabra y la Universidad de Granada. La Autónoma de Madrid y Autónoma de Barcelona se sitúan a partir del puesto 301 además de la Universidad del País Vasco. Mientras que para hallar a las tres siguientes instituciones se tiene que volver a descender hasta el puesto 401 a partir del cual se encuentran la Politécnica de Valencia, la Universidad de Santiago de Compostela y la Universidad de Valencia. Por otra parte, las siguientes 15 universidades en el listado se encuentran en el top 1.000, donde se encuentran a partir del puesto 501 a la Universidad Politécnica de Madrid, Universitat Jaume I o Universidad de Sevilla, entre otras.

La Universidad de Granada se encuentra en el puesto 45 del ranking de ingeniería, la posición más destacable para una universidad española. Para hallar a la Universidad Miguel Hernández de Elche en esta clasificación, se debe descender hasta el puesto 601. La investigación tiene un papel muy importante en esta universidad, especialmente en las que se refiere a biotecnología, salud, ingeniería, tecnología de la información y las comunicaciones, además de otros campos.

El Ranking Académico de las Universidades del Mundo analiza más de 1.200 universidades, tanto públicas como privadas, de las cuales se publican las 500 mejores según los criterios de la clasificación. Su primera publicación fue en el año 2003. La metodología tiene en cuenta los siguientes indicadores: premios Nobel y Medallas Fields de alumnos, antiguos alumnos y profesores; la cantidad de investigadores más citados dentro de las diferentes categorías; los artículos publicados en el ámbito de Ciencia y Naturaleza y la indexación de las revistas donde están publicados dichos artículos; y, el porcentaje de publicaciones o el rendimiento académico según el número total de investigadores. Por último, se debe señalar que para cada indicador se asigna una puntuación máxima de 100.

Los primeros puestos están ocupados todos los años por las universidades estadounidenses, como la Universidad de Harvard, que lidera la clasificación, la de Stanford o el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), entre otras. Además, universidades británicas como Cambridge y Oxford ocupan el tercer y séptimo puesto respectivamente. Asimismo, aparecen universidades de Australia, China, Canadá y de otros países europeos como Francia y Alemania.

El Ranking de Shanghai divide las universidades en diversos campos de conocimiento: Ciencias del Deporte, Ciencias Naturales y Matemáticas, Medicina Clínica y Farmacia, Ciencias Sociales, Ingeniería/Tecnología y Ciencias de la computación y Ciencias de la Vida y Agricultura.

La novedad de  este último año ha sido la inclusión de Ciencias del Deporte como rama de conocimiento. En este ámbito se evalúa un total de 300 universidades. Entre las 50 primeras, sólo hay ocho estadounidenses, las cuales no aparecen hasta la onceava posición, que la ocupa la Universidad South Carolina – Columbia. Sin embargo, la Universidad de Harvard  que lidera el ranking global, no aparece en este campo.

Del resto de los cuatro campos de conocimiento se ha evaluado un total de 200 universidades. Si se pone el foco en las 50 primeras, encontramos que en cuatro de los cinco campos de conocimiento, más de la mitad de universidades son de origen norteamericano. La excepción la encontramos en la rama de Ingeniería/Tecnología y Ciencias de la Computación, que sólo cuenta con 20 universidades.

La Universidad de Harvard En las ramas de Ciencias Sociales y Ciencia de la Vida y Agricultura, Harvard es la universidad que lidera el ranking. Sin embargo, en la rama de Medicina Clínica y Farmacia figuran 15 universidades europeas. Por último, es destacable la presencia de la Universidad de Tokyo en el área de Ciencias Naturales y Matemáticas, que ocupa la octava posición.


La investigación en áreas de comunicación

El campo de Ciencias de la Información y Documentación y el de la Comunicación aparecen en la clasificación contemplados de forma separada. En términos mundiales, en el de Ciencias de la Información y Documentación del ranking del año 2018, destaca el dominio estadounidense en el Top 5, siempre liderado por la Universidad de Harvard. Además, 13 de las 15 primeras universidades son también de Estados Unidos. En 2017, en los primeros puestos existe una gran diversidad de países y el Top 5 lo conformaban facultades no solo estadounidenses, sino que países como China, Hong Kong o Bélgica entraron a formar parte de las mejores posiciones del ranking. Respecto al campo de la Comunicación, está encabezado por la Universidad Estatal de Ohio en los dos años en los que se ha realizado la clasificación.Si se pone el foco en el caso español en ambos ámbitos analizados, en 2018 la Universidad de Granada es el primer centro español que aparece en la lista del campo de Ciencias de la Información y Documentación. Sin embargo, reduce su posición hasta la número 28, mientras que en el año anterior se situaba en el puesto 11. Con la Universidad Carlos III de Madrid se produce la misma situación y pierde un total de nueve posiciones entre 2017 y 2018, situándose este año en la número 51. Por otra parte, en el ranking de 2018 de la Comunicación,España está representada por ocho universidades, siendo la mejor posicionada la Universidad Pompeu Fabra, en el puesto 120.

Raquel Bernal, Enrique Fernández, Raúl Icardo, Paula López, Judith Maldonado, Belén Martínez, Dámaso Mondejar, Andrea Palazón, Javier Segura, Laura Torralba y Francesca Zoicas.

Recomendaciones para mejorar la relación entre periodistas y científicos amantes de la divulgación

La propuesta ha sido elaborada por un grupo de estudiantes del Máster de Historia de la Ciencia y la Comunicación Científica, a partir de un trabajo colaborativo. El equipo, formado tanto por científicos como por comunicadores, debatió y analizó aspectos que influyen en la calidad de la información científica que se publica, con el objetivo de proponer este listado abierto a la reflexión y al debate. 

Aprender, fuente: Pixabay.

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Timeline Historia de la Ciencia 1543-1953

Alumnos del Master de Historia de la Ciencia y la Comunicación Científica han trabajado en la elaboración de esta cronología interactiva  que comprende desde la publicación del «De Revolutionibus Orbium Coelestium» de Copérnico en 1543, hasta la descripción el Descubrimiento de la estructura de doble hélice del ADNpor  Watson y Crickn en 1953. Esperamos que se convierta en un recurso útil para todos los amantes de la divulgación científica.

 

Las universidades de Barcelona destacan por su calidad investigadora en el panorama nacional

Alumnos de Periodismo Científico de la UMH analizan el Ranking de Shanghái sobre I+D en centros académicos de todo el mundo

La Universidad Pompeu Fabra, la Universidad de Barcelona y la Universidad Autónoma de Barcelona se encuentran entre las cinco universidades españolas con mejor valoración en el Ranking de Shangái de 2017. Este acreditado ranking clasifica las universidades de todo el mundo principalmente por su capacidad investigadora. Según el vicerrector de Investigación e Innovación de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche, Manuel Miguel Jordán Vidal, este ranking ha alcanzado mucho prestigio en el ámbito de la investigación ya que evalúa la calidad de investigadores y estudiantes.

El Ranking de Shanghái se realiza anualmente desde el año 2003 y evalúa más de 1.200 universidades – tanto públicas como privadas – entre las que se seleccionan las 500 mejores. Los criterios que tiene en cuenta este ranking son: premios Nóbel y medalla Fields (máximo galardón otorgado por la academia matemática) tanto obtenidas por sus profesores como por sus alumnos; investigaciones publicadas en revistas académicas de alto impacto, especialmente Nature y Science; investigadores altamente citados y rendimiento per cápita del equipo investigador a tiempo completo respecto al tamaño de la institución, entre otros.

Los gráficos que se muestran a continuación analizan algunos de los resultados del ranking de Shanghai. En primer lugar, se presenta un listado de los diez países con más universidades dentro del top 100 del ranking de 2017. Después, se exponen las diez universidades con mejor valoración en los últimos cinco años.

Asimismo, el análisis se centra en la posición de las universidades españolas dentro del ranking de Shangai: se detalla qué universidades del país aparecen en el ránking de 2017 y, además, cuáles destacan en cada uno de los campos de estudio. Este estudio también valora la aparición de las universidades de España desde 2003. Por último, se contempla la aparición de la Universidad Miguel Hernández (UMH) en el ranking.

Top ten de países en el top 100 del Ranking de Shanghái (2017)

 

En el año 2017, Estados Unidos continúa liderando el ranking con una gran diferencia respecto al resto, un 48% que supone casi la mitad de presencia en el top 100. El país europeo con más fuerza es Reino Unido, aunque se observa una gran distancia respecto al primer país con su 9% respecto al 48% de este. Australia es el tercer país en aparecer, con un 6%, siendo así tres países de continentes diferentes los integrantes del top 3. Suiza es el siguiente con un 5%, seguido muy de cerca por Canadá, Alemania y Países Bajos con un 4% cada uno y Japón, Francia y Suecia con el 3 %. Para encontrar a China, país creador de este ranking, hay que trasladarse hasta el meridiano de la tabla donde comparte un porcentaje del 2% con Bélgica y Dinamarca. Rusia, Noruega, Singapur, Finlandia e Israel ocupan la parte baja de estos 100 primeros países con un sencillo 1%.

Top ten de universidades en el Ranking de Shanghái, comparativa de los últimos 5 años

El top diez de las mejores universidades en el Ranking de Shanghái no presenta grandes cambios en los últimos cinco años. Desde el año 2013 hasta el 2017 las mismas diez universidades se han disputado los primeros puestos, destacando los casos de Harvard y Stanford, ya que la primera ha encabezado la clasificación durante los últimos cinco años y la segunda ha mantenido el puesto de subcampeona durante el mismo periodo de tiempo. En cuanto al resto de universidades (Berkeley, MIT, Cambridge, Princeton, Columbia y Chicago) su clasificación en el top no ha variado de forma significativa y apenas se han desplazado un puesto o dos. Este inmovilismo se debe en gran medida al gran peso que tienen los Premios Nobel y Medallas Fields en el sistema de evaluación del Ranking de Shanghái, contabilizando los galardones ganados tanto por el profesorado como por los alumnos de las universidades. De esta forma se favorece a las universidades más antiguas y de más prestigio. Por tanto, no es de extrañar que Harvard sea la universidad con más premios Nobel (158 en total y 144 computables para el Ranking de Shanghái), entre los cuales se encuentra Adam Riess, ganador del Premio Nobel de Física en 2011. Sin embargo, son reseñables los casos del California Institute of Technology y de Oxford, ya que el California Institute pasó de estar en el sexto puesto en el 2013 a quedar noveno en el 2017, mientras que Oxford ascendió en un solo año (del 2015 al 2016) del puesto número diez al número siete debido probablemente a los ganadores del Premio Nobel J. Michael Kosterlitz (premio de Física en el 2016) y Sir John Gurdon (premio de Medicina en el 2012).

Universidades españolas que aparecen en el último Ranking de Shanghái

  1. Pompeu Fabra
  2. Universidad de Barcelona
  3. Universidad de Granada
  4. Autónoma de Barcelona
  5. Autónoma de Madrid
  6. Complutense de Madrid
  7. Universidad de Santiago de Compostela
  8. Politécnica de Valencia
  9. Universidad Jaume Primer
  10. Universidad del País Vasco
  11. Universidad de Valencia

En el top 500 aparecen prácticamente las mismas universidades españolas que han formado parte del Ranking de Shanghai durante los últimos 5 años (2012-2017). En el podio de esta clasificación destaca la presencia de Barcelona, siendo la Pompeu Fabra y la Universidad de Barcelona primera y segunda respectivamente. La Universidad de Granada se sitúa, por primera vez, en tercer lugar por delante de universidades tan prestigiosas a nivel nacional como la Autónoma de Madrid, que desciende hasta una quinta posición. Respecto al resto de universidades que aparecen en el ranking, su clasificación no varía en gran medida, excepto en el caso de la Universidad de Valencia relegada a una última posición, cuyo descenso es considerable respecto a años anteriores. La Universidad de Zaragoza, presente en este top desde 2012,  desaparece en esta última selección.

Evolución de la aparición de las universidades españolas en el Ranking de Shaghái

 

Respecto a la evolución de las universidades españolas en el Ranking de Shanghai se puede observar que ha sufrido un vaivén constante. En 2003, primer año en el que se efectuó el listado aparecen 13 universidades españolas. Este hecho coincide con el gran aumento del presupuesto destinado a la investigación científica en España se situó en el 1,07% del PIB del país.

Por otra parte, existe una “tendencia inversa en España con respecto a lo sucedido en la Unión Europea. Mientras que en España el gasto público pasa, entre los años 2000 y 2010, del 74,4% al 78,2%, en la Unión Europea (de 21 países) dichas cifras son 85,5% y 76,4%”, según un estudio de Josep-Oriol Escardíbul Ferrá y Carmen Pérez Esparrells en la Revista de Educación y Derecho de la Universidad de Barcelona.

Según el informe del Observatorio del Sistema Universitario de 2015, en el período 2009-2015, los ingresos totales de las universidades públicas españolas disminuyeron un 20,2%. Pese a ello, durante este periodo, las instituciones universitarias han mantenido su presencia en el Ranking. Durante el último año de la legislatura de Mariano Rajoy, se produjo una leve subida del presupuesto de un 0,4%.

Universidades españolas destacan en el último Ranking de Shanghái

Cataluña es la comunidad autónoma española con más presencia en el ranking. En cada área de conocimiento aparece una, o más, universidades catalanas. Entre las que destaca la Universidad de Barcelona, presente en tres de estas áreas. Sin embargo, la universidad mejor posicionada en su rama es la Universidad de Granada; puesto 45 en Tecnología y Ciencias de la computación. Un caso sorprendente ya que en el 2015 se encontraba entre los puestos 101 y 150.

Ciencias naturales y Matemáticas es el área con más representación española, con hasta seis universidades presentes. Un dato destacable cuando hace apenas cuatro años tan solo aparecían tres centros españoles en este campo. En cualquier caso, continúa siendo la Universidad Autónoma de Madrid la mejor posicionada de entre todas las españolas especializadas en estas ciencias.

Aunque España cuenta cada año con más representación en las listas del Ranking de Shangai, ha perdido notablemente su presencia en el campo de las Ciencias sociales; donde en 2014 contaba con cuatro universidades.

En el último ranking, la Universidad Miguel Hernández de Elche ha conseguido entrar por primera vez entre las cien mejores Universidades del mundo en el Área de Ciencia y Tecnología de los Alimentos (Ingeniería), es la decimotercera a nivel nacional. Además, también se ha colocado entre las 400 primeras en Ciencia Agrícolas y en Ciencia de la Biología humana (Ciencias médicas), apartado en el que se ha posicionado entre las 8 mejores de España. Según Manuel Miguel Jordán Vidal, estas son las ramas en las que más destaca la Universidad ilicitana junto al área de las Ciencias Sociales.

Javier Aguado, Luisa Bernal, Esther González, Christian Marques, Javier Oliva, Sara Sarrión y Alfredo Teja