Un bosque de ideas en la nueva concepción de la educación medioambiental

Como en un libro discreto, hoja a hoja, tiempo tras el tiempo, oscuro y cerrado, o limpio y abierto, el bosque acoge al viento como un silbido lento. Pero el viento corre rápido, y del viento nace el fuego, del fuego nace el grito, y tras el grito; el silencio. El bosque arde a voces las noches del incendio.

Este suceso metafórico que se describe, de forma narrativa y con la edulcoración típica de la lírica, no es más que la triste realidad que cada año viven nuestros bosques. Según los datos del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medioambiente, en 2016 hubo un total de 8.810 siniestros forestales en España que arrasaron más de 65.000 hectáreas.

Marcos Morales Peláez. Imagen de los bosques de la Sierra de Cazorla.

“¿Cuando el bosque se quema algo tuyo se quema, no?”, nos recordó Carlos Caurín –profesor del Departamento de Didáctica de las Ciencias Experimentales de la Facultad de Magisterio de la Universidad de Valencia– el pasado 21 de marzo,  Día Internacional de los Bosques. El especialista en Educación Medioambiental realizó un guiño al eslogan de hace unos años en la campaña de concienciación frente a los incendios forestales. Según el docente, es importante tener en cuenta este tipo de campañas en celebraciones como la del 21 de marzo,  ya que la  “Educación Ambiental es la esencia de la Educación”. Dentro de esta concepción, Caurín explicó: “Si educamos en el respeto por la biodiversidad, educamos contra el racismo; si educamos en el respeto por el medio ambiente con argumentos fundamentados y contrastados, estamos educando una sociedad más sostenible, crítica y solidaria”.

Marcos Morales Peláez. El profesor Antonio José Morales impartiendo clase en una salida de campo.

El mismo modelo de educación ambiental defendió Antonio José Morales –profesor del departamento de Didáctica de las Ciencias Sociales de la Facultad de Magisterio de la Universidad de Valencia–, según el cual “la Educación Ambiental ayuda a percibir los bosques como lo que son realmente: el exponente más claro de la evolución del  ecosistema a un estadío de situación clímax desde un punto de vista ecológico”.

Antonio José Morales es, además, coordinador de EcoRiba, un proyecto de dinamización local sostenible. El especialista confesó: “los proyectos locales que intentan poner en valor nuestro paisaje, como es el caso de EcoRiba,  y de forma específica los bosques locales a través de la coordinación del Proyecto de Apadrinamiento de los Bosques de la Ribera del  Túria en la localidad de Riba-roja, y  mediante otras iniciativas como puedan ser  dando visibilidad al arbolado monumental del municipio, contribuyen a arraigar las conductas de protección a realidades concretas”.

Por último, los dos profesores destacaron la importancia de la figura del mediador ambiental como protector de los bosques, ya que, esta figura “no sólo dirime asuntos ambientales, sino también sociales”,  apuntó Carlos Caurín. Según el experto “la mediación ambiental se basa en el desarrollo sostenible, el equilibrio con el medio”, una idea que aún hoy parece lejana, pero que poco a poco empieza a calar en nuestra sociedad con celebraciones como la del 21 de marzo.

Marcos Morales Peláez. Imagen de las actividades de divulgación del proyecto EcoRiba.

Marcos Morales Peláez. Alumno del Máster en Historia de la Ciencia y Comunicación Científica.

La Ciudad de las Artes y las Ciencias es referencia internacional en la divulgación científica de excelencia

Imagen por http://www.cac.es/es/home.html

El arte con su encanto para desconectar la mente de lo monótono, la ciencia acortando la distancia entre lo conocido y lo desconocido; y en su afán por conectar al mundo con sus descubrimientos. La Ciudad de las Artes y las Ciencias a través de su plan estratégico, convenios, la adhesión al proyecto Hipatia, ciclos de conferencias y los consejos con expertos, se posiciona como ese referente tanto nacional como internacional en la divulgación científica de excelencia.

Plan estratégico de la Ciutat de les Arts i les Ciències

En el plan estratégico de la Ciutat de les Arts i les Ciències (CACSA) 2016-2019, publicado en el portal de transparencia en www.cac.es, se remarca el objetivo de la divulgación científica precisa y las diferentes iniciativas para llevarlo a cabo y mejorarlo. Una de las acciones principales, en este sentido, es el contacto permanente que se establece con las cinco universidades de la Comunitat Valenciana. Para garantizarlo se han firmado convenios marco de colaboración con todas ellas para el fomento de la docencia, la investigación y la cultura.

Convenios marco de colaboración con las universidades

Nuria Toledo del Departamento de Dirección de Contenido de (CACSA), afirma que la universidad necesita un eco como entidad investigadora y el museo estar a la vanguardia de las innovaciones en el campo de la ciencia, por lo tanto, los objetivos se complementan. Entre los objetivos del sistema universitario se encuentra impulsar la productividad científica, la transferencia de conocimientos, el desarrollo tecnológico y la innovación, en todas las ramas del saber, mediante la estancia de estudiantes universitarios en CACSA a través de un programa de cooperación interactiva.

En 1999 se firmó el primer convenio con la Universitat de València, Estudi General (UVEG), actualmente en renovación e implementación de algunas mejoras. En 2014 se inició la colaboración con la Universitat Politècnica de València (UPV), mientras que es en el pasado año cuando se firman los convenios marco con la Universitat Jaume I de Castelló (UJI), la Universidad de Alicante (UA) y finalmente la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH).

Entre las modalidades de colaboración se encuentran: la cooperación en programas de investigación y desarrollo, a realizar entre los institutos y/o centros de las universidades y CACSA; de igual forma el intercambio de personal por tiempo limitado, cuando la índole del trabajo así lo requiera.

“Quería realizar prácticas en una institución reconocida para saber cómo se gestionan los materiales divulgativos a gran escala”

Marcos Morales Peláez.

El estudiante del máster Historia de la Ciencia y Comunicación Científica de la UVEG, Marcos Morales Peláez quien actualmente realiza sus prácticas de Periodismo Científico en CACSA, describe la experiencia como enriquecedora: “La verdad es que en estas prácticas he podido aplicar toda la teoría aprendida durante las asignaturas del máster”.  Agrega que se han cumplido sus expectativas completamente. Morales explica que las prácticas han consistido en una parte teórica (formación mediante libros de museología), aprendizaje (asistencia a talleres y películas) y práctica (donde se aplica lo aprendido en las otras dos partes) y concluye diciendo: “Sin duda les recomendaría a otros estudiantes realizar sus prácticas allí, ya que resulta un espacio ideal para todo aquel/aquella que quiera formarse en materia divulgativa”.

El proyecto Hipatia

“Defiende tu derecho a pensar, porque incluso pensar de manera errónea es mejor que no pensar”

Hipatia de Alejandría.

El bien denominado proyecto, recibe su nombre en honor a quien se considera históricamente la primera mujer en hacer significativos aportes al desarrollo de las matemáticas; y la primera mujer científica en la historia. En principio fue una iniciativa para el desarrollo de las bibliotecas en los ámbitos educativos no universitario, el objetivo primordial consistió en el fomento de la lectura y la consulta bibliográfica en cualquier materia. El proyecto europeo Hipatia ha evolucionado conforme a la necesidad de los tiempos y está dirigido a promover las vocaciones científico-tecnológicas en las adolescentes; así como a visualizar la figura de la mujer en el mundo de la ciencia y sus instituciones, va a permitir divulgar ciencia desde la perspectiva del género.

Los ciclos de conferencias

Promover la pasión por la ciencia, aproximarse desde el rigor a temas de la máxima actualidad científica con la colaboración de algunos de sus principales protagonistas, y conocer de primera mano algunos de los proyectos de investigación más potentes que están llevándose a cabo hoy en día en la Comunitat Valenciana, son los objetivos de los ciclos de conferencias: “Un comunitat amb ciencia”, “Astronomía” y  “A ciencia cierta”. Por dichos ciclos han pasado algunos de los divulgadores científicos e investigadores más relevantes del panorama internacional: Juan Ignacio Cirac, Avelino Corma, Joan Bisquert, José Manuel Mulet, Lyn Margullis, Sydney Brenner, Ana Lluch, Pilar Mateo, Sylvia Earle y John Barrow.

Los consejos con expertos

El comité de expertos de CACSA, presidido por el profesor Santiago Grisolía y formado por un prestigioso equipo multidisciplinar relacionado con la ciencia y la tecnología; pretende también impulsar la ciencia, la tecnología e innovación, promover su integración y acercamiento a la sociedad y dar respuesta a las necesidades de los centros de divulgación científica.

Y por último, CACSA cuenta con un consejo de Niños de 10 a 12 años, basado en el proyecto pedagógico de Francesco Tonucci “La cittá dei bambini”, desde el que se proyecta la mirada del niño sobre la realidad del museo para cambiar desde esta perspectiva aquellas cosas que pueden mejorar como organización.

Imagen por http://www.cac.es/es/home.HTML

Todos estos elementos refuerzan su labor en divulgación científica, así como su búsqueda de la excelencia en este terreno.

No cabe duda de que el arte es ese pincel que colorea la ciencia en los museos; haciéndola más atractiva para quienes la ven como un asunto de aquellos que trabajan en los laboratorios o en las aulas. En la Ciudad de las Artes y las Ciencias encontraras respuestas a esos maravillosos fenómenos que ocurren día a día a nuestro alrededor, de una manera tan sencilla que te resultará artística.

 

Carolin E. Batista.

Un bosque de plumas en el Jardín Botánico de Valencia

Minientrada

Un bosque de plumas en el Jardín Botánico

El Jardín Botánico de Valencia es mucho más que un jardín que alberga plantas de todo el mundo, es un espacio natural que da cobijo a más de 70 especies de aves urbanas.

Desde la entrada al Jardín se impone un aroma que invita a pasar. Las ramas de sus gigantescos árboles y palmas, generan un ambiente de luces y sombras bajo el que habita un ecosistema lleno de armonía, color y vida. Sus caminos son como un pequeño laberinto organizado, en el que se pierde la noción del tiempo escuchando el canto de las aves que han hecho de este hábitat su hogar.

Palmas y árboles del Jardín Botánico de Valencia Fotografía: Luis José Delaye

El Jardín Botánico de Valencia fue fundado hace 450 años y comenzó siendo, como muchos otros, un huerto de hierbas medicinales. Durante varios siglos, ocupó diferentes locaciones en la ciudad y fue en 1802 cuando la Universidad lo trasladó definitivamente al Huerto de Tramoyeres,  su ubicación actual. La biodiversidad vegetal con la que cuenta actualmente, lo convierte en un ecosistema muy completo y también en una estructura ideal para las aves urbanas. Es un lugar en donde encuentran cobijo y alimento suficiente para pasar largas temporadas, anidar o simplemente tomar un descanso, colmarse de energía y continuar su ruta migratoria.

La Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife), lleva más de 60 años dedicándose al estudio y conservación de las aves silvestres en su hábitat. Son representantes de BirdLife en España y consideran que es importante sensibilizar a los ciudadanos con los elementos de la naturaleza que tienen más cerca. “Cualquier persona que vive en una ciudad tiene contacto con las aves urbanas prácticamente todos los días…”, comenta el biólogo Pablo Vera.

La presencia cada vez más abundante y diversa de especies de aves en el parque, motivó al equipo de SEO/BirdLife e investigadores y comunicadores del Jardín Botánico a trabajar en conjunto en una guía de aves. El resultado de este trabajo, es un libro de bolsillo, de tamaño y contenido manejable, que tiene como principal objetivo presentar al Jardín Botánico desde una perspectiva nueva, la de mostrar a los visitantes que hay otro jardín, uno que va más allá de una colección de plantas, Un bosque de plumas.

Los textos de la guía son del biólogo Pablo Vera, está editada en castellano y valenciano y ofrece la descripción e imágen de 79 aves urbanas. Contiene información como: medida, preferencias de alimentación, y los meses del año en los que se pueden observar las aves en el Jardín y sus alrededores. Las ilustraciones son obra del biólogo Juan Varela, uno de los más reconocidos pintores de naturaleza en España.

Mirlo común. Jardín Botánico de Valencia. Fotografía: Luis José Delaye.

“Hay especies de aves que están con los humanos desde que nos establecimos como sedentarios”, señala Vera. Las golondrinas, los vencejos y los gorriones comunes son algunas especies de aves urbanas con las que cohabitan los ciudadanos desde hace siglos. Son muy adaptables y prefieren hacer sus nidos en zonas antropizadas y en comunidades pequeñas localizadas cerca de espacios naturales. Sin embargo, están viviendo una transformación en el medio urbano porque cada vez encuentran menos lugares para nidificar. Esto se debe a que la arquitectura moderna tiende a diseñar edificios lisos, sin bordes en las ventanas, entrepaños exteriores o tejas, que son los lugares donde las aves, habitualmente, prefieren hacer sus nidos.

 Un bosque de Plumas, también recoge información de especies consideradas de reciente aparición en España. Tal es el caso de la tórtola turca, una de las aves que ha ampliado su territorio en el menor tiempo del que se tiene registro. Se observaron los primeros ejemplares en los setentas y actualmente es una de las aves más comunes. El éxito de su reproducción y colonización tiene que ver, entre otras cosas, con algunos de sus hábitos. Por ejemplo, este tipo de ave es capaz de hacer su nido en casi cualquier lugar, ya que a pesar de ser un pájaro grande sus nidos son pequeños. Por otra parte, su dieta es rica en frutos y semillas y no requiere tanto de los insectos, lo que les facilita la vida en la ciudad.

Una característica que las aves modifican para la supervivencia y adaptación en entornos urbanos es su canto. Mario Díaz, en su artículo “Serins respond to anthropogenic noise by increasing vocal activity”, comenta que debido al ruido que hay en las ciudades, si no “suben el tono” sería imposible escucharse entre ellas, lo que impide su comunicación. Las aves cambian los patrones de su canto tanto en frecuencia como en amplitud para adaptarse a la contaminación acústica. Pero esto pueden hacerlo hasta un cierto punto, ya que supone un gasto metabólico importante y no todos lo consiguen, agrega el experto.

Ginkgo biloba. Jardín Botánico de Valencia. Fotografía: Luis José Delaye

“Las aves se adaptan a los recursos que encuentran en las ciudades, pero es importante la creación y conservación de parques y jardínes urbanos para favorecer su existencia”, comenta la Doctora Blanca Estela Hernández de la Universidad Autónoma de México (UNAM). En estos oasis, se generan pequeños ecosistemas en los que participan plantas, insectos, aves e incluso algunos mamíferos pequeños. Pero también los ciudadanos pueden contribuir sembrando más árboles, arbustos y flores silvestres en lugar de plantas exóticas.

Con la edición de la guía “Un bosque de plumas”, el Jardín Botánico de Valencia y SEO/BirdLife pretenden promover la importancia de la conservación de la biodiversidad en las ciudades a través del conocimiento de las aves que habitan este espacio natural, uno de los pulmones de la ciudad de Valencia.

Beatriz Pascual Alonso

Mirar a través de ALMA

Miles de astrónomos se preparan estos días para postular a tiempo de observación con el radiotelescopio ALMA. A través de ventanitas en el espectro electromagnético, el mayor radiotelescopio del mundo capta luz que vibra y tiene su longitud de onda alrededor del milímetro. En seis meses más, y tras un riguroso proceso de selección y planificación, el sexto ciclo de observaciones de ALMA verá la luz.

Chajnantor. ¿Cómo es Chajnantor? En el desierto de Atacama, el llano de Chajnantor es, ante todo, seco. También es alto: a más de 5000 metros de altitud, sesenta y seis antenas apuntan hacia el cielo. Eso es ALMA: sesenta y seis gigantes mirando las estrellas.

“Cada vez que se observa algo con ALMA, se pega un saltito más o menos grande”, explica Sebastián Pérez, doctor en astrofísica por la Universidad de Oxford e investigador de la Universidad de Chile en el Núcleo milenio de discos protoplanetarios (Millenium Nucleus for ALMA Disk research, MAD).

ALMA panorama. Una vista panorámica del Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA). A lo lejos, la Vía Láctea resplandece.

El Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA) es un complejo astronómico constituido por un conjunto de antenas repartidas en una extensa área del llano de Chajnantor.  Las antenas observan en longitudes de onda milimétricas y submilimétricas, lo que las hace especialmente interesantes para detectar elementos fríos, como gases y polvo a baja temperatura, lugares propicios para la formación de estrellas y planetas. ALMA es un solo telescopio. Una de sus particularidades tecnológicas es que sus antenas trabajan juntas y funcionan como un telescopio de potencia equivalente a una sola antena de dieciséis kilómetros de diámetro. Esta tecnología se conoce como interferometría. ALMA es también una configuración variable: enormes camiones mueven las antenas cambiando su disposición en el llano, cambiando así también la resolución y sensibilidad del telescopio.

ALMA es una colaboración internacional entre el Observatorio Europeo Austral (ESO), la Fundación Nacional de Ciencia de Estados Unidos (NSF) y los Institutos Nacionales de Ciencias Naturales de Japón (NINS), en cooperación con la República de Chile, país anfitrión donde se ubica el observatorio.

ALMA tiene un modelo de funcionamiento – la prestación de servicio – que abunda en el sector privado, pero no tanto en el ámbito académico. Este modelo contrasta con la imagen tradicional del científico que genera u obtiene su propia muestra de estudio. Es un modelo innovador. Como las observaciones son muy complejas y ALMA busca maximizar la productividad del observatorio, sus astrónomos e informáticos, que saben lidiar con los datos del instrumento, entregan al investigador un producto lo más finalizado posible. “Lo cual no sucedía antes con los observatorios: uno iba para allá, hacía sus propias observaciones, te ibas con tu paquetito de datos, y lo hacías lo mejor posible para reducirlos y analizarlos”, explica el investigador. 

Si bien cada uno de los miembros asociados al proyecto interviene en la construcción y operaciones del observatorio a través de centros regionales, es el Joint ALMA Observatory (JAO) quien tiene a su cargo la dirección general, la gestión de la construcción, la puesta en marcha y las operaciones de ALMA. Y quien hace el llamado a propuestas.

El otoño austral marca el inicio del proceso de postulación y evaluación de propuestas para conseguir tiempo de observación con ALMA. De marzo a octubre, se seleccionan y planifican las observaciones que el radiotelescopio efectuará durante su siguiente ciclo.

Marzo

Martes 21. Se abre el periodo de postulación. Durante un mes, científicos de todo el mundo enviarán sus propuestas para intentar obtener tiempo de observación en el ciclo 5 de ALMA, que empezará en octubre y durará un año.

Porque los ciclos de ALMA son anuales. Para programar la configuración de las antenas y optimizar la posición de la Tierra en cada momento del año con lo que se quiere observar, se necesita una planificación anual. ¿Cómo conciliar entonces estos ciclos anuales con los ciclos de financiamiento de la investigación, generalmente más largos? “Claro, postular a una propuesta de financiamiento para un proyecto con datos que no tienes, es muy difícil. Tú tendrías que ganarte primero el tiempo, pero la riqueza que tienen los datos astronómicos de ALMA es super grande”, afirma Sebastián Pérez. El núcleo milenio se fundó con altas probabilidades de obtener unas horas de observación con ALMA en su ciclo 0, durante su marcha blanca. En esa ocasión lograron dos horas de observación con dieciséis antenas, y con los datos obtenidos publicaron siete papers tras cuatro años de trabajo. “Muchas veces uno toma unos datos y no hay nada. Pero de repente tienes estos datos de ALMA, que son de una riqueza tremenda, que dan para descubrir muchas cosas y perseguir muchas ideas.”

El año pasado Sebastián Pérez obtuvo once horas de observación en ALMA. En su caso, realizó previamente un trabajo teórico para modelizar el proceso de formación de planetas a partir de los discos que se forman alrededor de las estrellas jóvenes. De este modo pudo presentar una proyección de planetas en formación, basada en las simulaciones construidas a partir del modelo, que se podía probar o desechar con unas horas de observación en ALMA. Una idea potente con justificaciones científicamente sólidas.

Los principales criterios de selección de las propuestas son su calidad científica y el impacto potencial de los resultados obtenidos tras la observación. De las más de mil propuestas que espera recibir la JAO, alrededor de trescientas serán seleccionadas. El 20 de abril se cerrará el periodo de postulación.

Agosto

ALMA utiliza un sistema de evaluación por pares para garantizar la imparcialidad en el proceso, y el mérito científico como principal criterio de selección. Nicolás Lira, coordinador de comunicaciones y educación de ALMA, explica el proceso de revisión de propuestas: ALMA colabora con un centenar de revisores externos, organizados según sus áreas de conocimiento en grupos de diez a quince personas. Son los paneles de revisión de ALMA (ARP). En un primer momento, cada propuesta es revisada por uno de los miembros del panel, quien la presentará en las jornadas de debate que tienen lugar en junio, en un lugar del mundo distinto cada año. Durante cuatro días cada panel debate, en claustro, las propuestas revisadas y define un ranking, dentro de su área de conocimiento. El quinto día, todos los paneles de revisión se reúnen y definen un ranking general de todas las propuestas. “Cuando se juntan todos, se toma en cuenta la calidad científica, que las áreas de conocimiento estén representadas según la demanda, y que los tiempos de observación estén equilibrados según los países que contribuyen o los Open Sky – países que están fuera del conglomerado de los partners”, aclara Nicolás Lira.

El tiempo de observación de ALMA disponible para los partners se divide proporcionalmente en base a las contribuciones de cada uno de ellos, y se distribuye equitativamente según las estaciones del año. Chile, como país anfitrión, recibe el 10% del tiempo de observación, y es tratado en forma idéntica a los partners, como una cuarta parte.

Y un día de agosto cada PI recibe un mensaje informándole si su propuesta quedó clasificada, y con qué prioridad.  También reciben las anotaciones técnicas y la documentación necesaria para diseñar los bloques de observación.  Los PI tienen un mes para crear esta pauta u ‘hoja de ruta’ astronómica. Para ello, no están solos: pueden solicitar ayuda para trabajar junto a un astrónomo del observatorio.

ALMA tiene la JAO – en Santiago y cerca de San Pedro de Atacama – y tres centros regionales en Norteamérica, Alemania y Japón. Los investigadores ingresan su propuesta en los servidores de la JAO, pero después consultan los datos desde el centro regional que elijan o que tengan asignado. Cualquier comunicación entre el PI y ALMA se hace a través del help desk, que funciona desde los centros regionales. “ALMA tiene un servicio astronómico de soporte que es muy bueno, donde mandas un ticket con tu pregunta al help desk, y un astrónomo se comunica contigo para trabajar juntos”, indica Sebastián Pérez.

Septiembre

En septiembre astrónomos de ALMA trabajan con el programa de código abierto ALMA Common Software (ACS) para hacer la planificación anual de observaciones. Mediante un proceso semi-automático, el ACS trata de optimizar el programa anual, considerando para ello la prioridad de cada proyecto, el catálogo celeste, los tiempos de los bloques de observación y la configuración de antenas necesaria para cada bloque.

Sebastián Pérez explica por qué los dos últimos parámetros son tan importantes. “Lo que yo observo precisamente son discos protoplanetarios, material que está alrededor de las estrellas jóvenes y donde se podrían estar formando planetas. Y se necesita mucho tiempo de observación porque si bien hay algunos de estos objetos que son relativamente brillantes, nunca son tan brillantes. Mientras más tiempo observas, acumulas más fotones y entonces tu imagen empieza a adquirir más detalles.” A mayor tiempo de observación, se adquiere más información.

Sebastián Pérez, astrofísico e investigador del Núcleo Milenio de Discos Protoplanetarios, de la Universidad de Chile.

La configuración de las antenas determina la resolución y sensibilidad de la imagen. ALMA no es una antena gigante, sino un arreglo de antenas. El investigador usa una analogía: “es como estar tratando de agarrar luz con un colador”. Mientras más grande es el colador, más grandes son los hoyos y menos sensibilidad tiene la imagen resultante porque tienes menos luz e información. Pero aumenta la resolución. “Entonces no se trata de decir siempre ‘observemos con Alma en su máxima extensión’, porque hay muy pocas cosas que tú puedes ver con esa máxima extensión. Porque sólo podrías ver cosas que son relativamente muy brillantes. Para las cosas que son más débiles, juntas todas las antenitas y tienes una resolución que es baja, una imagen borrosa, pero ves algo y puedes obtener un flujo, un dato”, explica Pérez.

Aunque los PI nunca sabrán en qué momento serán hechas sus observaciones, septiembre cierra con la planificación lista.

Octubre

Y en octubre empiezan, al fin, las observaciones. El observatorio tiene en Chile tres sedes principales: la sede central en Santiago, el centro de operaciones (Operations Support Facility, OSF) situado a 2900 metros de altitud, y el sitio de operaciones del conjunto de las antenas de ALMA (Array Operations site, AOS) situado a 5000 metros de altitud.  A 5000 metros solo los camiones Otto desplazan lentamente las antenas cuando se requiere un cambio de configuración. Debido a la baja concentración de oxígeno en altitud, todas las operaciones de observación se controlan desde el OSF, a 2900 metros.

ALMA observa día y noche, por lo que los equipos trabajan en turnos rotativos. Varios equipos intervienen. Al momento de observar, un equipo científico formado por dos astrónomos va revisando que se estén obteniendo datos científicos, y no únicamente ruido. Uno de ellos está al mando de la sala de control. Otro equipo programa las observaciones cada noche. O cada día. El equipo técnico formado por los operadores del telescopio se encarga de manejarlo.

A medida que llegan, los datos brutos se guardan en el data center del OSF, e inmediatamente se van copiando en el data center de la sede en Santiago. Y en unas horas, lo más rápidamente posible siempre, se van copiando en los tres centros regionales de Europa, Asia y Norteamérica. Por seguridad los datos se guardan indefinidamente en cinco data center idénticos. Es el archivo de ALMA.

En algún momento

El equipo de reducción de datos de ALMA está formado por astrónomos e informáticos. Se ocupan de procesar los datos brutos de cada observación. “Se llama reducir porque tienes medio terabyte de datos, y al final con eso vas a hacer un par de imágenes chiquititas”, cuenta Sebastián Pérez. Y añade: “ALMA te entrega los datos relativamente reducidos. Por lo menos calibrados. Hace una calibración muy compleja para dar cuenta del movimiento de la atmósfera, para corregir un montón de factores inherentes a la interferometría. Y uno hace el procesamiento más fino cuando te llegan los datos acá. Uno toma lo más avanzado que hizo el equipo de ALMA, y lo reduce un poco más finamente, de acuerdo a las necesidades científicas que tenga.”

Nicolás Lira lo resume así: “es como hacer un control de calidad”. El proceso de reducción es semi-automático: un informático debe ir generando modificaciones del software, o un astrónomo debe decidir en algún momento entre dos opciones garantizando la coherencia científica. Eso hace que una reducción pueda durar meses. Cuando el equipo de reducción ve que los datos cumplen con ciertos parámetros que pide el proyecto, los datos se liberan y ALMA restituye al investigador principal una imagen por cada longitud de onda observada.

Los datos son exclusivos para el PI durante un año. Nadie más tiene acceso a ellos durante ese plazo. Esto le permite al equipo que desarrolló la propuesta disponer de tiempo suficiente para trabajar los datos, analizarlos y publicar los resultados de su investigación. El impacto que está teniendo ALMA en la investigación astronómica es innegable. Por citar unas cifras, el número de artículos científicos basados en observaciones de ALMA crece cada año a un ritmo acelerado: del 2012 a la fecha se han publicado 621 artículos en revistas científicas. De estos, 229 fueron publicados en 2016: un artículo científico cada día y medio.

Sebastián Pérez explica este impacto de la siguiente manera:

“Las observaciones que se hacen desde la Tierra, se hacen a través de pequeñas ventanas del espectro electromagnético. La mayor parte de este espectro no se ve porque es absorbido por moléculas de la atmósfera. A toda esa luz se le sacan pedazos de información. Pero con lo poquito que vemos hemos hecho maravillas, especialmente con ALMA, que abre esa ventana que se viene explorando desde hace muchos años, que es la longitud de onda alrededor del milímetro”.

Esta longitud de onda ya se exploraba desde hace unos años con telescopios mucho más pequeños. Según el investigador estas observaciones se hacían a unas resoluciones tales que mostraban que había algo muy interesante que estudiar, pero las imágenes eran muy borrosas. “Ahora, con ALMA se ve mucho más. Vemos muchos detalles que nos estábamos perdiendo”, concluye.

Todavía no se hacen las observaciones que Sebastián Pérez ganó en el ciclo 4 de ALMA. Once horas de observación repartidas en varios bloques de cuatro horas. Su propuesta tiene prioridad A. Va a ser observada, pero en el momento en el cual esté la configuración de antenas que él necesita. Y cuando ocurra, sabrá si sus simulaciones de formación de planetas son probadas o rechazadas.

– ¿Y te gustaría que se viera y se probara vuestra simulación?

– No. Más feliz sería no verlo, porque habría algo que está mal, que no estamos tomando en cuenta. Me gustaría que fuese algo parecido, pero con muchos elementos que no consideramos. Porque yo quiero saber cómo se forman los planetas, no quiero que la naturaleza me diga “ya, le achuntaste”.

Hasta entonces, sesenta y seis gigantes seguirán buscando nuestros orígenes cósmicos en la soledad del llano de Chajnantor.

La soledad de ALMA. Esta vista panorámica del llano de Chajnantor muestra el sitio del Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA), fotografiada desde cerca de la cumbre de Cerro Chico.

 

(REPORTAJE EJEMPLO) La ciencia del vino

Aterciopelado y equilibrado. Con estos adjetivos se suele describir un vino en el que parámetros como la acidez, el alcohol y la astringencia se encuentran compensados. Viticultores y enólogos comparten la responsabilidad de conseguir que un vino sea redondo. “La fermentación es el proceso  biotecnológico más antiguo que existe”, explica la investigadora del Instituto de Biología  Molecular y  Celular de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de ElcheNuria Martí Bruña. Además de esta acción natural y espontánea que transforma la uva en vino, la botella encierra un trabajo largo y cuidado que empieza en el viñedo.

El director del Máster en Viticultura y Enología de la UMH, Rafael Martínez Font, explica que, antes de vendimiar, se debe realizar un cuidadoso trabajo en el campo. La Escuela Politécnica Superior de Orihuela (EPSO) de la UMH cuenta con una parcela experimental donde los futuros enólogos realizan prácticas. “La calidad del vino empieza en el viñedo”, señala el experto. Antes de iniciar la vendimia, se realizan controles de madurez para determinar la concentración de azúcar, de ácidos y de polinefoles de la uva. Pero, también, se trabaja la poda y, previamente, la elección de la variedad que dará lugar al vino.

El proceso transcurre desde noviembre hasta septiembre u octubre, momento en el que se lleva a cabo la vendimia. Una vez se decide cuándo recolectar, la uva se deposita en cajas de 25 kilogramos, para que no se aplaste. Después, los racimos pasan por una mesa de selección donde se elimina cualquier grano defectuoso. A juicio de Nuria Martí, se trata más de una labor de artesanía que de alquimia: “Si la materia prima es de calidad, el enólogo sólo debe dirigir el proceso”.

El trabajo en la bodega

Para elaborar un vino tinto, después de seleccionar los racimos interviene la despalilladora estrujadora que separa el raspón -parte verde leñosa- de las bayas o uvas. Una vez estrujada la uva, se encuba en un depósito de acero inoxidable. En ese momento arranca la primera fermentación, alcohólica, en la que se transforma el azúcar en CO2 y alcohol. Las levaduras, responsables del proceso, pueden ser autóctonas -presentes en la propia uva- o seleccionadas.

Para prevenir oxidaciones del vino o alteraciones microbiológicas se añade anhídrido sulfuroso. “Por eso, leemos en la etiqueta que contiene sulfitos”, cuenta Nuria Martí. La dosis se ajusta  en función de la sanidad del viñedo y de la acidez de la uva. “Pero la tendencia pasa por reducir la cantidad empleada”, subraya la profesora de la UMH.

Al mismo tiempo que las levaduras fermentan la uva, se produce la maceración. Para extraer de la piel el color y la mayor cantidad de compuestos se lleva a cabo el remontado. Por una parte flotan los sólidos y los hollejos y abajo reposa el vino. Las dos fases están bien definidas. El movimiento de los sólidos arriba y abajo facilita la extracción de todo lo que hay en la piel de la uva: antocianos (compuestos responsables del color) y taninos (que determinan la astringencia).

La acidez total del vino también se puede ajustar. La calidez del clima mediterráneo conlleva que los vinos no sean muy ácidos. A partir del envero, o cambio de color, se produce una acumulación rápida de azúcares en las bayas, como consecuencia de los productos sintetizados en la propia planta durante el proceso de maduración. Por el contrario, la acidez de los granos de uva desciende de forma brusca (el punto de inflexión es el envero). Por ello, y en función de la uva y de las necesidades del vino, se puede corregir la acidez.

Para alimentarse, las levaduras necesitan nitrógeno. El nutriente se aporta en campo mediante fertilización nitrogenada y, también, se puede añadir en la propia bodega. La fermentación es un proceso espontáneo de transformación de azúcar en alcohol. Cuando la uva ya ha hecho su trabajo y ha consumido el azúcar, se prensa para separar el mosto de los hollejos (piel).  Después, se produce una segunda fermentación, llamada maloláctica -paso del ácido málico a ácido láctico y CO2-. Esta reacción la ejecutan unas bacterias que ya están presentes en el vino o que se pueden añadir.

Para controlar todo el proceso, se realizan catas hasta dos veces al día. Después, si se desea, se procede a la crianza en barrica y a las operaciones finales de clarificación -para quitar algún resto de sustancia herbácea- filtración y estabilización del vino.

Una vez concluidos todos estos pasos, ya se puede obtener un vino de calidad. “El enólogo busca hacer los mínimos ajustes posibles y cuanto mejor sea la uva, mejor será el vino”, subraya Martí.

La materia prima

El viñedo experimental de la EPSO cuenta con 33 variedades de uva, entre blancas y tintas. Los estudiantes pueden realizar un seguimiento del ciclo de cultivo, desde que se poda la cepa hasta el cuaje de la uva, a final de curso. Las podas son una pieza clave en el proceso de creación del vino, puesto que de ellas dependerá en gran medida la calidad de la uva. Rafael Martínez señala que se debe controlar el vigor de la planta: “Cuanto más produce, los azúcares sintetizados deberán repartirse entre un mayor número de racimos”. Por ello, la poda permite regularizar el crecimiento y la producción de la planta año tras año para mantener, en la medida de lo posible, la cantidad y calidad de las cosechas.

“Si dejamos muchas yemas -órgano de reemplazo de los futuros pámpanos o brotes dónde se insertarán hojas, flores, zarcillos y nuevas yemas-, llega un momento en que la planta no puede aportar a todos los granos la misma calidad”, cuenta el profesor de la UMH. Para regular la producción, se quita madera al viñedo o, si en junio o julio hay exceso de racimos, se eliminan algunos (procedimiento conocido como poda en verde).

El periodo productivo de la vid transcurre entre los 7 y los 30 años. Durante este tiempo, se puede mantener una regularidad productiva a través de la poda. A partir de entonces, la planta entra en decrepitud y se debe limitar su fertilidad porque se agota.

Además de la poda, el riego es otro factor crucial para la vid. Se trata de una planta que necesita poca agua para vivir porque está adaptada al secano. En cuanto a los nutrientes, Martínez apunta que no hay que aportarle demasiados, “ya que un exceso de vigor va en perjuicio de la cosecha”. En cuanto a las plagas y enfermedades que pueden afectar al viñedo, para el experto es preferible llevar a cabo tratamientos preventivos que curativos: “Cuanto menos se altere la uva, mejor”.

Algunos de los aromas que aparecen en bodega son consecuencia del contacto con la barrica. La vainilla recuerda al roble americano y la mantequilla al francés. En el campo, entre finales de agosto y principios de septiembre, el azúcar y el color ya deben haber aparecido, pero todavía faltarán unos 20 o 30 días de maduración para que lleguen los aromas típicos del varietal, como sotobosque, arándanos o frambuesas. Por eso, la sequía es peligrosa. “Si el verano es muy fuerte, los 40 o 50 días deseados se quedan en 25 y es imposible tener compuestos aromáticos de calidad”, precisa el profesor.

Después de llevar a cabo la vendimia, normalmente en septiembre, hasta finales de octubre transcurre el periodo de recuperación de la planta. Todavía recibe rayos de sol y puede hacer la fotosíntesis para recuperarse y pasar mejor el invierno. Cuando se poda, la cepa queda desnuda y debe arrancar otra vez. Crecer hasta que disponga de suficientes hojas para alimentar a la planta. Todo esto transcurre en 40 días, en los que la planta vive de las reservas que haya acumulado desde el verano hasta que pierde las hojas. “Por eso se aporta agua y nutrientes para que continúe activa hasta que la temperatura cambie, el día se acorte y se vaya a dormir”, cuenta Martínez.

 

Belén Pardos/Alicia de Lara