El investigador en patología apícola considera necesario atajar la desaparición de los polinizadores atendiendo a las características climáticas y agrícolas de cada región.
Mariano Higes Pascual, doctor en Veterinaria por la Universidad Complutense de Madrid (UCM), colabora con el departamento de Sanidad Animal de dicha facultad y es responsable del Área de Patología Apícola del Centro de Investigación Apícola y Agroambiental de Marchamalo (CIAPA, Guadalajara), adscrito al Instituto Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario y Forestal (IRIAF) de la Consejería de Agricultura de Castilla-La Mancha. Desde este centro, al que accedió como funcionario en el año 1992, dirigió su propia tesis doctoral sobre el parásito Varroa destructor de la abeja melífera y descubrió junto a su grupo a uno de los patógenos más dañinos para estos insectos a nivel mundial, Nosema ceranae, procedente de Asia. En el CIAPA, cuyo aspecto exterior es el de unas apacibles instalaciones agrícolas o ganaderas, Higes trabaja junto a su grupo en un sofisticado laboratorio al que llegan colonias de abejas enfermas, colmenas contaminadas por múltiples pesticidas y apicultores preocupados por la salud de los polinizadores, a quienes tratan de dar soluciones y respuestas.
¿Fue su llegada al CIAPA el inicio de una nueva etapa para este centro?
Cuando llegué como funcionario en 1992 apenas había investigación ni contábamos con los laboratorios que hay ahora. El centro se creó para dar respuesta al sector apícola de la Alcarria que quería que la miel tuviera Denominación de Origen y demandaba cursos de formación y ayuda contra la Varroa, que entró en 1985 en España. Por aquel entonces se hacía poca investigación en este centro, pero yo decidí llevar a cabo aquí mi doctorado, que duró once años, y leí la tesis en 2008. Desde que mi compañera Raquel Martín entró en 1999 con una beca postdoctoral, empezamos a crear un grupo de investigación con el que logramos el descubrimiento que nos puso en el punto de mira de la investigación en patología apícola a nivel mundial: la presencia del hongo microsporidio [parásito intracelular de los animales que produce pequeñas esporas] Nosema ceranae, de origen asiático, en Apis mellifera, la abeja europea.
¿Cómo llega el Centro Apícola de Marchamalo a convertirse en uno de los referentes mundiales en el ámbito de la salud de las abejas?
Sospechábamos de N. ceranae desde 2000, en la etapa en que se empezaron a morir las colmenas masivamente. Por aquel entonces Varroa era el principal parásito de las abejas, prácticamente el único conocido hasta el momento, pero al analizar las muestras procedentes de colmenas arrasadas encontramos esporas de microsporidio en el aparato digestivo de las abejas. Entonces solo se conocía a Nosema apis, un parásito ya descrito con el que la abeja europea lleva conviviendo mucho tiempo, y los biólogos nos dijeron que tenía que ser esa especie, quizá con algún tipo de mutación. Pero los síntomas clínicos eran otros, así como su fenología. El problema es que solo existía una publicación de China describiendo a N. ceranae en su abeja autóctona, Apis cerana, y no había ningún método de detección a nuestro alcance.
¿Qué hicieron entonces para comprobar sus sospechas?
Logramos dar con una solución cuando el laboratorio adquirió la primera máquina de PCR [por las siglas en inglés de Reacción en Cadena de la Polimerasa, también llamada termociclador] en 2003. Todavía no era común emplear la secuenciación masiva de ADN para detectar la presencia de patógenos concretos en una muestra, por eso tuvimos que diseñar nuestros propios primers [pequeñas secuencias de ADN que inician la reacción de secuenciación y que son específicas de cada especie]de N. ceranae. En cuanto los tuvimos, empezamos a poner las muestras en el termociclador y en las primeras reacciones dieron positivo: N. ceranae estaba parasitando a la abeja melífera europea. En 2005, comunicamos la presencia de este parásito asiático en nuestras abejas y en ese momento saltamos al foco internacional.
«Cuando se nos ocurrió sugerir que el causante de esta mortalidad podía ser Nosema ceranae, tuvimos a todo el sector en contra»
¿Cómo respondió la comunidad científica ante este descubrimiento?
La respuestas de los grupos de investigación que trabajan en nuestro ámbito fue en parte sorprendente, pero también esperable. A finales de los años noventa se empezó a detectar en Francia el fenómeno de mortalidad masiva de las abejas, el llamado “síndrome de despoblación de las colmenas”. Desde el principio, se asoció a los pesticidas neonicotinoides que se habían empezado a utilizar allí. A raíz de esto el sector apícola empezó a pedir indemnizaciones y, cuando se nos ocurrió sugerir que el causante de esta mortalidad podía ser N. ceranae, tuvimos a todo el sector en contra. Además, algunos grupos de investigación se alinearon con la postura de los neonicotinoides e iban a destajo contra quienes sostenían otras hipótesis.
¿Cómo es posible que la comunidad científica se oponga a unos resultados que han sido demostrados?
Muchos de nuestros compañeros no quisieron darle bola a N. ceranae porque cuando alguien se ha convertido en referente saben que si sale un proyecto o publican cualquier trabajo al respecto es esa persona la que va a revisarlos. Si son más competentes en otro problema, como Varroa, por ejemplo, tratan de argumentar que ese problema es el fundamental para que cuando salgan las líneas de investigación se vean favorecidos. También hay competencia por la autoría de los descubrimientos y luchas por el reconocimiento. Pero nosotros trabajamos con muchos grupos de muchas universidades de España (en la Complutense, en Murcia, en Castilla y León…) y acabamos entrando en contacto con quien trabaja con Nosema y, en conjunto, formamos una red muy grande.
«No existen registros históricos de prevalencia de las enfermedades que afectan a las abejas, por tanto, hasta hace poco no hemos tenido con qué comparar las epidemias»
Junto a N. ceranae existen otros parásitos, entre ellos diversos virus, que se hospedan en la abeja melífera europea y otros polinizadores. ¿Qué saben a día de hoy de su presencia en nuestras colmenas?
La muerte masiva de colonias que tuvo lugar a principios de los 2000, sobre todo en el sur de Europa, probablemente se debió en gran medida al ataque de N. ceranae, porque la prevalencia era muy alta entonces. Sin embargo, y aunque los datos sobre N. ceranae siguen siendo muy similares, no podemos saber si ahora se están dando las mismas circunstancias que entonces o si es otro parásito el que más está influyendo, porque no existen registros históricos de prevalencia de las enfermedades que afectaron a las abejas en el pasado y, por tanto, cuando nos hemos encontrado frente a una infección por Nosema, por Varroa o por algún virus, no hemos tenido con qué comparar la epidemia. Por esta razón hemos ido haciendo una serie de estudios para empezar a tener esos datos poblacionales de los distintos parásitos a lo largo del tiempo y empezar a comprender sus fluctuaciones.
¿Y desde cuándo están llevando a cabo esos estudios?
El primer estudio a nivel nacional lo hicimos en los años 2006 y 2007 y el segundo fue en 2010 y 2011. Los datos recogidos nos permitieron ver que N. ceranae y Varroa destructor tenían un patrón poblacional ascendente, mientras que N. apis estaba estabilizado. También detectamos la presencia de diversos virus poco estudiados hasta entonces, como el de las alas deformes [DWV por sus siglas en inglés] y el de las realeras negras e, incluso, tripanosomátidos, como Lotmaria passim, sobre el que estamos trabajando ahora. El último de estos estudios lo hemos hecho con muestras de 2014 y hemos visto que N. ceranae tiene ya una prevalencia estable del 75%.
Pero las colmenas no solo sufren la invasión de todos estos patógenos, sino que además se enfrentan también a los pesticidas y probablemente otros químicos que se emplean en agricultura hoy en día. ¿Cuáles son y cómo llegan hasta las colmenas?
En el proyecto de 2014 también analizamos las colmenas mediante muestras de polen y de cera, que son bioacumuladores de sustancias químicas, y en ellas hemos encontrado acaricidas como cumafós y fluvalinato, o los insecticidas clorfenvinfos y clorpirifos, que los apicultores aplican tratando de controlar los patógenos. Además, las láminas de cera que se compran y se meten en las colmenas ya vienen llenas de contaminantes, como los pesticidas organofosforados y piretroides, que alteran el metabolismo de las abejas impidiendo su normal desarrollo. Es sorprendente, pero hasta ahora parece que nadie se ha planteado el daño que estas sustancias pueden causar o han preferido mirar para otro lado.
Cabe preguntarse ahora si han estudiado ya las posibles interacciones entre todos estos agentes, naturales y químicos, que están asolando las colmenas desde tantos frentes distintos. ¿Qué puede contar sobre ello?
Efectivamente, una vez que hemos identificado a todos los patógenos de las abejas, vamos a comenzar un proyecto que se va a centrar en los efectos de las interacciones entre los más frecuentes. Probablemente, la causa de la destrucción de las colmenas sea la suma de todo. Todas las abejas tienen ahora mismo el DWV insertado en su genoma, por ejemplo, del mismo modo que nosotros tenemos el de la varicela. Lo que sucede es que, cuando bajan sus defensas por la acción de Varroa o Nosema, el virus se replica y provoca una infección abierta. En el nuevo proyecto también queremos comprobar la toxicidad crónica de los pesticidas, las sinergias entre ellos y cómo interfieren con los patógenos, mediante infecciones controladas en laboratorio, primero, y con experimentos en condiciones controladas en el campo, después. Vamos a tratar de eliminar los plaguicidas de la cera para ver si así podemos controlar mejor a los principales patógenos. Si esto es posible, podremos sugerir la creación de una normativa que limite la aparición de residuos en la cera.
«Cuando acabé mi ponencia y pregunté por la causa de la prohibición de tres neonicotinoides únicamente, el comisario europeo solo me dijo que se trataba de una decisión política»
De entre todos los pesticidas parece que los neonicotinoides se han ganado la aversión de gran parte del sector apícola y de los ecologistas y el público general también, pero usted aún no los ha mencionado ¿Qué opina de su prohibición?
Lo que ha sucedido con los neonicotinoides es realmente curioso. Cuando se puso el foco en estos pesticidas en Francia, a finales de los noventa, el Ministerio de Agricultura francés decidió prohibirlos antes de que se tuvieran evidencias científicas, que llegaron en 2001. Probablemente querían vengarse de Bayer, una de las empresas fabricantes de esos pesticidas, que acababa de absorber a su rival francesa, Rhône-Poulenc. Pero realmente no sé qué habrá detrás de esas decisiones y me preocupa. De hecho, el año pasado tuve la oportunidad de preguntarlo en la Comisión Europea, cuando nos llamaron a varios científicos el día anterior a la votación de todos los países contra los neonicotinoides. En mi presentación mostré al comisario que en la literatura científica había la misma cantidad de información sobre los neonicotinoides que sobre Nosema, Varroa u otras posibles causas del síndrome de despoblamiento de las colmenas. Mostré mi sorpresa por que se pusiera el foco solo en tres de los muchos plaguicidas existentes. Cuando al acabar pregunté por la causa de esta prohibición, el comisario solo me dijo que era una decisión política. Están vendiendo a la opinión pública que al prohibir los neonicotinoides se soluciona el problema y eso es falso porque las colmenas se siguen muriendo.
Entonces, ¿los neonicotinoides no deberían preocuparnos aquí pese a la alarma lanzada desde la Comisión Europea en 2018?
En nuestras colmenas los neonicotinoides no tienen un peso decisivo, lo cual es esperable por la estructura agraria que tenemos en España, en la que predominan el olivo, la vid y el cereal, que no se tratan con neonicotinoides Es más, ninguna de las revisiones bibliográficas sobre la presencia de residuos de plaguicidas en las colmenas dice que los neonicotinoides sean los más prevalentes. Realmente todas ellas apuntan a los acaricidas y a los insecticidas organofosforados, entre otros problemas, pero se decidió prohibir algo que, aunque quizá en determinadas zonas está causando el descenso de las poblaciones de abejorros y contaminando el agua de consumo humano, no es el mayor de los problemas en lo que respecta a las abejas. Como investigador me produce una gran desmoralización que se esté gastando tanto dinero en generar mucho conocimiento al respecto y que a nivel político solo se haya tomado una decisión sesgada, cuando en Europa que requieren medidas políticas igual de firmes para luchar contra Varroa, Nosema y muchos otros insecticidas. Y el conflicto que veo a medio plazo es que, si sigue esta tendencia, se van a ir prohibiendo en cadena más sustancias y sería importante saber en qué va a consistir la búsqueda de alternativas.
Si esto es así, ¿cuál cree que será la alternativa cuando ya se hayan prohibido todos los plaguicidas?
Aunque sé que no es un asunto fácil, mi visión es que en Europa, como en el resto del mundo, vamos a tener que seguir produciendo alimento para mucha gente y con la agricultura actual y el escenario que plantea el cambio climático, con plagas cada vez más difíciles de combatir, se va a tener que seguir utilizando algún producto. Si no hay plaguicidas, porque se hayan ido prohibiendo poco a poco, la alternativa que encuentro es el uso de plantas modificadas genéticamente. Hasta ahora, en Europa están teniendo muchas restricciones, pero si van prohibiendo todos los insecticidas, no va a quedar otra que emplearlas, ¿Y si se abre la mano en el uso de los transgénicos, va a ser más o menos perjudicial para los polinizadores? Hay datos que indican que no, otros que sí. Acabando con una parte del problema, quizá estamos generando otros.
«La apicultura profesional está en el sur, con mayor número de colmenas y con unas condiciones climáticas y una práctica apícola distintas a las del norte, más tradicional, pero contaminado por otras sustancias»
Pero, entonces, ¿cuál sería un buen enfoque para estudiar y abordar el conflicto entre prácticas agrícolas,apicultura y patógenos?
Actualmente ya se están intentando estandarizar protocolos de trabajo a nivel europeo y se están haciendo modelos matemáticos para predecir el comportamiento de los patógenos y de las colonias según las condiciones ambientales. Todos estamos buscando un modelo en el que, introduciendo la cantidad de patógenos que haya en una población, obtengamos el valor de un índice de salud de la colmena. El principal problema es que no se está llevando a cabo una investigación regionalizada, que encuentro necesaria por las diferencias climáticas y agrícolas que existen entre el norte y el sur de Europa. En el sur encontramos una apicultura profesional, con colmenares más grandes, mucha cría, mucha Varroa y un solo pico de crecimiento anual ligado al clima, que favorece la prevalencia de N. ceranae. Además, la agricultura de secano se ha tratado con gran cantidad de herbicidas. Por su parte, en el norte de Europa la práctica apícola es más tradicional y menos intensiva. Aquí Nosema es menos virulenta que en el sur y todavía está bastante presente N. apis, pero tienen muchos problemas con sustancias que han contaminado el suelo y las aguas por su abundante uso en los cultivos intensivos de colza. Sin embargo, ahora ha salido Horizonte2020, el Programa Marco de la Unión Europea que va a destinar siete u ocho millones de euros a estos proyectos, y creo que los gestores no tienen intención de que se aplique este enfoque regional.
Si usted pudiera hacer una propuesta, ¿cómo salvaría a las abejas?
Yo propondría que no desaparecieran las ovejas del campo, que se mantuviera el sistema agrario que ha habido aquí siempre, porque tendría un impacto mucho más positivo para el medio ambiente que echar herbicidas. Con la presencia de ganado se controla la aparición de las hierbas no deseadas, así como la aparición de muchas plagas, que ahora mismo proliferan, entre otros motivos, por la madera que queda putrefacta en el campo. En mi pueblo, cuando estaban las ovejas, los romeros florecían, el espliego también… Y ahora hay flora invasiva y el agricultor, como ya no pasan los rebaños después de cosechar, tiene que echar más herbicidas. Estos cambios en el uso tradicional del campo nos llevan hacia unas técnicas agrícolas diferentes que tienen impacto sobre los polinizadores. Por otro lado, las abejas son unos animales muy resilientes y probablemente puedan amortiguar los efectos de la contaminación ambiental mucho más fácilmente que otros polinizadores. Creo que son mucho más sensibles los saltamontes, las mariposas, los abejorros. Si quedaran solo las abejas, podrían seguir cumpliendo una parte de su trabajo, pero hay gran cantidad de insectos en peligro de extinción que cumplen muchas otras funciones aparte de la de polinización y ahí habría que poner también el foco.
¿Cómo se imagina el mundo si no logran frenar la desaparición de las abejas?
No me suelo poner catastrofista. Están más afectados otros polinizadores que las abejas. Las de las abejas son colonias muy resilientes y que están manejadas por un apicultor, que si se muere una compra otra. En un caso extremo lo que en España podría pasar es que en lugar de haber tres millones de colmenas hubiera uno, porque ni el medio ambiente soporte una carga mayor y desaparezcan flores. Se están perdiendo muchos ecosistemas, por la sequía pero también por muchas prácticas agrarias. Hemos cambiado las mulas por tractores de 500 caballos. Te dan dinero por cada hectárea en la que echas semillas de girasol aunque no lo recojas y le echan tratamientos. Y sí creo que puede influir el uso de los herbicidas totales que se están cargando muchos ecosistemas, por lo que el problema es global y va mucho más allá de las colonias de abejas, pero parece que no interesa todavía afrontar con decisión la situación que se nos viene encima.