La ciencia devuelve el esplendor al monumento gallego gracias a un revolucionario proyecto de trabajo con gran protagonismo femenino
Monserrat, Olga, Cristina, Marta y Estefanía, son algunos de los nombres propios del equipo de restauradoras que, tras diez años y más de cincuenta mil horas de trabajo, ha logrado recuperar la riqueza colorista de la obra del Maestro Mateo. Un proyecto coordinado por otras dos mujeres, Ana Laborde y Noelia Yangüas del Instituto de Patrimonio Cultural de España (IPCE). En este proyecto el género femenino es el protagonista.
La Fundación Catedral de Santiago realizó en 2015 un proceso de selección de titulados en Conservación y Restauración de Bienes Culturales, así como licenciados en Bellas Artes especializados y con experiencia en materiales pétreos y policromados, con especial atención al manejo de equipos láser. Junto con las coordinadoras, se organizó un equipo de doce especialistas, de los cuales, nueve fueron mujeres.
Una profesión de género femenino
La figura del restaurador vive, aún en la actualidad, una situación de infravaloración y de intrusismo. Más complicado aún puede parecer, si el profesional es una mujer, aunque la propia Laborde comenta que ella nunca lo ha sentido así.
Para ella el problema es que hay una baja valoración cultural en general. En la restauración ocurre que existe una devaluación total del término y un desconocimiento total del trabajo realizado, independientemente de que lo haga un hombre o una mujer. De hecho, ellas son más más numerosas en esta disciplina. El trabajo del restaurador tiene un género predominantemente femenino- indica Ana Laborde.
Es cierto que en ocasiones cuando se trata de materiales pétreos o de mosaicos, que son materiales más pesados, la presencia de los hombres es más frecuente, pero el tipo de material no suele excluir a la mujer de realizar un trabajo. Lo verdaderamente complicado para una mujer- cuenta Laborde- es trabajar para empresas en proyectos con un plazo corto de ejecución, a veces en situaciones climáticas extremas, que requiere una movilidad geográfica, cuando se trata de querer conciliar con la vida personal y familiar.
Un proceso minucioso y respetuoso
El equipo de trabajo ha estado integrado por especialistas en pintura o policromía, químicos, físicos y ópticos especializados. Cada uno se ha encargado de una técnica distinta y posteriormente de interpretar los resultados de los análisis y las mediciones. El análisis de las policromías, desde un punto de vista multidisciplinar con la tecnología puntera que traen estos laboratorios, se ha traducido en poder conocer detalles de cada una de las piezas, tales como la policromía original, las restauraciones posteriores a las que se sometieron o incluso la incidencia de los agentes contaminantes.
- Microscopio óptico OLYMPUS BX41con cámara acoplada.
- Microscopio estereoscópico con cámara digital acoplada. LEICA. S6D.
- Microscopía electrónica de barrido- microanálisis mediante espectrometría por dispersión de energías de rayos X (SEM-EDX).
- Microscopio electrónico de barrido Quanta 200 de FEI.
- Cromatógrafo de gases-espectrómetro de masas.
- Cromatografía líquida de alta resolución. Agilent Technologies. 1200 Infinity.
- Espectroscopio FTIR. PerkinElmer. Spectrum One.
Como explica Laborde, de los diez años que ha durado el proyecto de restauración, aproximadamente la mitad, ha sido trabajo de documentación, estudios y pruebas. Además, durante las actuaciones sobre el monumento, estos no cesan, siendo un proceso sin fin que acompaña al trabajo in situ.
A la investigación previa hay que sumar, entre otros, los exámenes con microscopio estereoscópico en zonas estratégicas. Las muestras tomadas, analizadas en el laboratorio, han permitido conocer el número de capas de color que tenía cada una de las esculturas del pórtico, sus transformaciones químicas con el paso de los años e incluso los productos empleados en restauraciones llevadas a cabo sobre el monumento en los últimos años. Todas las muestras se han documentado gráfica y fotográficamente y se ha realizado una carta de correspondencia de policromías, una carta de colores y una reconstrucción gráfica de cada una de las piezas estudiadas.
Una restauración no es una simple operación estética. Cada intervención es un proyecto de investigación- Ana Laborde, coordinadora del proyecto.
Los datos que se han extraído de los morteros, las juntas o la policromía, han sido gracias a algunos métodos científicos, como el empleo de endoscopias, que han permitido conocer la situación y el estado de los ensamblados y anclajes que a simple vista no se podían conocer.
Mucha gente desconoce que los restauradores tienen una formación y unas necesidades científicas reales para desarrollar su trabajo. La imagen del restaurador, encerrado en su taller, más cercano al perfil de artista artesano, ya no existe. Cada intervención es un proyecto de investigación que entraña mucha complejidad. Cada obra es un documento del que extraer información y para ello se requiere la colaboración de químicos, físicos, biólogos. Es una forma de trabajar y es el único modo de ejercer una buena práctica.
A la pregunta de si se siente más una historiadora o una científica, Ana Laborde responde sonriente que se siente un poco de las dos, casi de una forma indivisible.
El arte y la historia, en la restauración, deben caminar indiscutiblemente de la mano de la ciencia.