Francisca Giménez Casalduero: “Estamos trabajando a contra-reloj, pero luchando todos a una conseguiremos sacar la especie adelante”

La catedrática en zoología profundiza sobre la nacra, especie marina en peligro de extinción, y de su proyecto actual que trata de salvar a este bivalvo gigante.

Francisca Giménez realizando labores de recogida de muestras en barco

Francisca Giménez Casalduero es profesora de Ciencias del Mar en la Universidad de Alicante desde hace 22 años. En sus largos años de investigación, esta científica lorquina ha trabajado en la planificación y gestión de Reservas Marinas, la contaminación marina, la conservación ambiental y la protección del medio marino en general.

Comprometida con el Mar Menor, la gran laguna costera del mediterráneo occidental que representa el ecosistema más singular y a la vez dañado de la Región de Murcia, ha formado parte del Comité de Asesoramiento Científico del Mar Menor. Está fuertemente comprometida con la concienciación ciudadana, por ello ha colaborado en proyectos que tratan de acercar el medio marino desde una perspectiva científica a la sociedad.

Actualmente está enfocada en su trabajo y proyecto más reciente, que lucha por salvaguardar los últimos ejemplares de nacra de las costas españolas liderado por el Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA).

Pregunta. La especie con la que está trabajando, la nacra, actualmente se encuentra altamente amenazada, ¿por qué es importante esta especie para el ecosistema?

Respuesta. La nacra o Pinna nobilis es una especie emblemática: es el segundo mayor bivalvo del planeta y es endémica del Mediterráneo; es decir, no la vamos a encontrar en ningún otro ambiente. Básicamente era parte del paisaje: todos los que nos hemos bañado en el mediterráneo, identificábamos la nacra en el paisaje habitual marino, en la pradera de posidonia. Su papel en el ecosistema es indudable: es una especie con unas tasas de filtración impresionantes, lo que ayuda a mantener el agua limpia. Sus conchas son tan grandes que forman un ecosistema propio.

Ejemplares de Pinna nobilis o nacras en los tanques del Aquarium de la Universidad de Murcia. Fotografía cedida por el Aquarium de la Universidad de Murcia.

P. ¿Cómo ha llegado la nacra a estar al borde de la extinción?

R. La nacra siempre ha estado sometida a cierta presión humana, hace unas décadas yo recuerdo como algo común ver conchas de nacra en todos los bares costeros. El aumento de las embarcaciones de recreo empezó a perjudicar a la nacra porque se anclaban sobre la pradera en la que viven, rompiéndolas. Con estas presiones se vio que las poblaciones empezaban a disminuir y la especie se declaró protegida. Se pusieron en marcha actuaciones de gestión específicas y de concienciación; y de hecho, las poblaciones empezaron a recuperarse. Sin embargo, en 2016 surge una epidemia con una capacidad de infección similar a la que estamos viviendo con el coronavirus, pero en vez de un virus es un parásito: el protozoo haplosporidium.

El proceso ha sido muy similar a la pandemia del “covid”: el coronavirus era una enfermedad tradicional de los murciélagos que debido a los desequilibrios y ruptura de las barreras ambientales ha pasado al ser humano, y el ser humano no está preparado para enfrentarse a este parásito, por lo que es muy virulento. El haplosporidium es un parásito habitual y muy conocido de otras especies de bivalvos, pero ¿Qué pasa cuando el haplosporidium entra en el Mar Mediterráneo e infecta a una especie que nunca en su historia evolutiva se ha enfrentado a este parásito? Pues que la mortandad ha sido del 100%, allá donde llegaba el parásito acababa con la totalidad de la población de nacras.

Los primeros indicios se dieron en 2016 en el levante español, y en dos o tres años tuvimos la certeza de que había llegado hasta el mediterráneo oriental y que había mortandades masivas de nacra en las costas de Italia, de Turquía, de Grecia, etc. Fue muy frustrante, porque, aunque se detectó rápido la presencia del haplosporidium, el haplosporidium fue mucho más rápido que nuestros avances.

«A pesar de que el Mar Menor es un refugio para la nacra, estamos en una situación de desequilibrio y con un alto riesgo de que deje de serlo»

P. ¿Por qué se dice que el Mar Menor se ha convertido en un refugio para la nacra?

R. Solo parecían salvarse de esta afección las nacras de las lagunas costeras y los deltas, cuyas condiciones ambientales actúan como barrera natural frente al parásito. En España, el delta del Ebro posee una salinidad inferior a la del mar mediterráneo; y el Mar Menor tiene una salinidad superior a la del Mediterráneo. Allí nos dimos cuenta de que la salinidad baja y la salinidad alta protegía a las nacras del ataque del haplosporidium.

Sin embargo, aunque las nacras del Mar Menor tenían cierta protección frente al parásito, en 2016, la laguna sufrió una crisis ambiental. El estado crítico de contaminación de la laguna provocó la ausencia de oxígeno por debajo de los tres metros de profundidad. Esto, a su vez, provocó la mortandad masiva de todos los organismos que vivían por debajo de estos tres metros. Si antes de 2016 teníamos una estima de más de un millón de ejemplares de nacra en la laguna, tras el episodio de anoxia murió el 95% de la población. Actualmente creemos que quedaran menos de dos mil ejemplares vivos. Una de las propuestas que más se repite para solucionar el problema de la contaminación del Mar Menor es aumentar la conexión con el mediterráneo. Esto llevaría a una caída de la salinidad y a una entrada masiva del haplosporidium y, probablemente, a la muerte de los pocos ejemplares que quedan. A pesar de que el Mar Menor es un refugio para la nacra, estamos en una situación de desequilibrio y con un alto riesgo de que deje de serlo.

P. El proyecto “recupera pinna” tiene como principal objetivo garantizar la supervivencia de las dos últimas poblaciones de nacra en España: la del Delta del Ebro y la del Mar Menor ¿Cómo surge el proyecto “Recupera Pinna”? ¿Cómo se vio usted involucrada?

R. Desde el principio de la epidemia del haplosporidium, nos unimos una serie de grupos de investigación que trabajamos con esta especie, con la nacra o pinna. Por ejemplo, Emilio Cortés, en el Aquarium de la Universidad de Murcia, está desarrollando los protocolos de cría en cautividad de la especie; conseguir su cría en cautividad puede ser la clave para asegurar su supervivencia. Además, estamos trabajando con el equipo del Instituto de Investigación y Tecnologías Agroalimentarias (IRTA), liderado por Patricia Prado. Ellos trabajan con las nacras del delta del Ebro, que se encuentra en una situación similar a las del Mar Menor. Desde el principio, pusimos nuestros recursos en común para volcarlos en la supervivencia de la nacra. Actualmente, el proyecto “Recupera Pinna” ha sido financiado por la fundación biodiversidad, y lo está liderando Patricia Prado y su grupo del IRTA.

«Es importantísimo que la ciudadanía siento como propios los valores naturales»

P. ¿Cuáles son los principales objetivos del proyecto? ¿Cómo se está trabajando para lograrlos?

R. El proyecto “Recupera Pinna” tiene varios objetivos. Uno de ellos es censar las poblaciones de nacras en la laguna y el delta, ya que hay zonas en las que aún no sabemos si hay nacras o si siguen vivas. Otro objetivo son las actuaciones de traslocación, sobre todo en el delta del Ebro. En esta zona, cuando hay un temporal o una dana, se rompen las barreras de arena que aíslan el delta del mar Mediterráneo, provocando la entrada de agua mediterránea y la muerte de la nacra. Precisamente, estas barras son zonas donde se asientan los juveniles. La propuesta es trasladar estos juveniles que sufren una alta probabilidad de mortandad, a zonas más protegidas para incrementar su supervivencia. En el caso del Mar Menor se translocarían los ejemplares de zonas más profundas, donde hay riesgo de falta de oxígeno por la contaminación, a zonas más aptas.

Además de las acciones de censo y traslocación se plantea hacer difusión y divulgación con actividades de ciencia ciudadana como voluntariado, que sirvan para involucrar y concienciar a la ciudadanía sobre la importancia de esta especie.

P. Usted ya ha trabajado anteriormente en diversos proyectos de participación ciudadana, como el CAMONMAR. ¿Por qué son importantes estas actividades de difusión y concienciación?

R. ¡Yo diría que estas acciones son imprescindibles! El medio marino es el gran desconocido, yo suelo decir a mis alumnos que los grandes cañones marinos que hay a pocos kilómetros de la costa de Murcia son más desconocidos que la superficie de la luna. Es importantísimo que la ciudadanía sienta como propios los valores naturales y entienda la importancia de conservar estos hábitats y estas especies. Concretamente, la nacra, no solo es parte del ambiente marino, sino que además juega un papel fundamental en el Mar Menor. Si tuviéramos una población boyante como la que había antes, sus tasas de filtración servirían incluso para controlar los blooms de algas y de medusas. Creo que deberíamos sentirnos orgullosos, además, de que el Mar Menor sea quizá lo que salve a la nacra y permita más adelante recuperar la especie en todo el mediterráneo.

Que la ciudadanía sepa el valor que tienen sus zonas más próximas creo que es importante. Precisamente, estamos en una zona espectacular: el litoral de la Región de Murcia tiene unos ecosistemas increíbles, con arrecifes de corales profundos, grandes praderas de posidonia…  La conservación de la biodiversidad tiene que ser una responsabilidad de todos. Y para ello las acciones de difusión y comunicación de la ciencia son imprescindibles.

«Cuando empiezas a conocer los valores del Mar Menor… es inevitable enamorarte de él. Las maravillas están ahí, solo hay que mostrarlas»

P. Y según su experiencia, ¿qué estrategias pueden resultar más eficaces para concienciar a la gente del valor de los ecosistemas marinos?

R. La mejor manera de concienciar es conocer. Se le achaca la frase “No se puede amar lo que no se conoce, ni defender lo que no se ama” a Leonardo Da vinco o a Cousto, sea como fuera, es algo que podemos interiorizar. Si tú conoces algo y lo sientes como propio, te entra un sentimiento de orgullo y eres capaz de apreciar su valor real. El claro ejemplo es el Mar Menor, cuando empiezas a conocer sus valores… Es inevitable enamorarte de él. La clave es involucrar a la gente en los programas de conservación, trasladar el conocimiento. Las maravillas están ahí, solo hay que enseñárselas. A veces, simplemente poniéndote unas gafas de bucear es suficiente para observar un “reportaje de la dos” o del National Geographic; y es algo accesible para todos los públicos.

P. ¿Hay esperanza para las poblaciones de nacras del Mar Menor y del Delta del Ebro?

R. Ahora mismo estamos trabajando a contra-reloj. Se pensaba que poder criar las nacras en cautividad sería fácil y no lo está siendo; ni siquiera mantenerlas. Pero creo que se está haciendo un esfuerzo importante, y que hay muchos grupos buscando soluciones. Se están aportando recursos (aunque quizá no los suficientes) y hay grupos de investigación muy importantes. Luchando todos a una, al final, conseguiremos sacar la especie adelante. Yo tengo muchísima fe en el proyecto y en mis compañeras y compañeros.

P. ¿Qué nuevos retos supone este proyecto en su carrera profesional?

R. Siempre hay retos nuevos. La verdad es que para mí este proyecto es ilusionante, porque llevamos mucho tiempo trabajando sin los recursos necesarios. Este proyecto nos da el marco que necesitamos para encauzar la investigación y para introducir a nuevos investigadores en la conservación de la nacra. Esto tiene que ser una carrera de relevos: tiene que empezar a trabajar más gente en la conservación de esta especie para que cuando nos retiremos -que tampoco queda tanto tiempo (risas)- sigan trabajando y luchando. Además, para mí, trabajar con compañeros como Emilio o Patricia es un lujo. Es muy satisfactorio trabajar con gente tan honesta y comprometida con la ciencia y el medio ambiente.

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